La Iglesia Parroquial Mayor de Sancti Spíritus se da al culto católico desde 1680.
Sin embargo, folclor, criollismo y leyenda la definen tanto como la religión que en ella se profesa. La vox pópuli propaga historias como en efecto dominó y la curiosidad se alimenta del güije que deambula por un túnel saliente del altar o del matrimonio entre los esclavos Francisco y Ana Angola efectuado allí el 6 de abril de 1624.
Historias de piratas, de obispos inconformes con la pequeñez de la antigua ermita, cuatro construcciones, el reloj en la torre desde 1911, la semejanza de su nave estilo mudéjar con la de Huelva, España…, disímiles pinceladas la tornan pintoresca en cuerpo y espíritu. Imposible cruzar el umbral del pórtico principal sin pensar en que pisoteamos la arrogancia de doña Rosa del Castillo y Barroso, aquella mujer que pidiera en su lecho de muerte el descanso eterno bajo la entrada para pagar sus pecados con cada pisada sobre ella. “La puerta del perdón”, llaman a ese espacio desde entonces.
Así levanta inquietudes una estructura apacible en apariencias, pues la mesura típica de las liturgias se pierde en la inventiva y la tradición oral que han hecho de la Parroquial Mayor amasijo de mitos y fe.