Veracruz.- Amanece el día más soleado de nuestra estancia en esta cautivadora ciudad. El viento, el frío, la llovizna de tantos días se repliega por unas horas, para permitir al visitante un paseo tranquilo por el corazón de una urbe repleta de historia, leyendas y símbolos.
El taxi nos lleva en solo minutos al Gran Paseo del Malecón, frente al imponente Faro Venustiano Carranza, una edificación de estilo neoclásico que orientó a los buques durante décadas y brinda la hora exacta desde su apertura en 1910. Son las 9:25 de la mañana y cientos de personas caminan, conversan, se hacen fotografías.
Un buque llamado Magellan realiza operaciones de atraque, con el sonido del gran puerto como fondo: crujen las grúas y los trenes, se oyen sirenas y una brisa cálida invade el leve silencio mañanero.
Solo un detalle se antoja ajeno en este sitio: enormes esculturas de bronce y recina del artista Javier Marín, pertenecientes a la muestra itinerante El cuerpo como paisaje. Imágenes sublimes y grotescas acompañan al transeúnte y una mampara explica que han sido instaladas durante los XXII Juegos Centrocaribes.
La promesa de apreciar otras piezas de la colección nos conduce por una calle adoquinada hasta el Gran Café de la Parroquia, fundado en 1808 y donde el olor a café veracruzano y los acordes de un son jarocho invitan a detenernos. Al frente, el Mercado de las Artesanas brinda suvenires de la región y las vendedoras regalan sonrisas y gran insistencia en busca del mejor comprador.
Muy cerca se abre la hermosa Plaza de la República, rodeada por los imponentes edificios del Correo, el Registro Civil, la Marina de Guerra, la Estación del Ferrocarril y la Administración Portuaria, frente a la cual se erigía un elevado árbol de navidad. Arturo y Fernando, dos constructores nativos de la zona, colocaban bancos nuevos en el parque, cincel en mano, mas aceptaron servir de improvisados guías para nuestra visita. Su principal sugerencia fue visitar el mausoleo Benito Juárez, distante a unos cien metros.
Un poco más cerca, sin embargo, hallamos un lugar mucho más simbólico. La edificación de un faro tipo basílica, donde el Benemérito de las Américas promulgó el primer cuerpo de Leyes de la Reforma hacia 1859 y 1860, cuando en Veracruz residían los poderes de la Unión.
La solemnidad del lugar era presidida por una idea ya universal del patriota mexicano: “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Una colección de pinturas allí exhibida sintetizaba la cultura jarocha y los íconos de su identidad: el puerto, la pesca, el buen café, la música, el baile, la familiaridad, la picardía…
De regreso a la faena cotidiana, la chamarreta tricolor volvió a delatarnos. Una voz de acento inconfundible llamó por detrás repitiendo ¡Cuba! ¡Cuba! Roberto, un santiaguero que labora acá desde hace dos años, nos saludó con visible emoción e invitó a un trago de tequila, “porque no pueden marcharse sin probarlo”.
El improvisado y ágil intercambio comenzó a ser matizado por el popular ritmo de La Bamba, surgido aquí a finales del siglo XVII. El conocido estribillo permitió una despedida a la cubana: “Ay arriba y arriba, ay arriba y arriba y arriba iré…”, en alusión al triunfo que todos esperamos certificar el próximo domingo.
Acerca del autor
Licenciado en Periodismo de la Universidad de La Habana (UH). Especialista en los deportes de boxeo, voleibol, lucha, pesas y otros. Cubrió los XV Juegos Panamericanos de Río-2007, los XXX Juegos Olímpicos de Londres 2012, la final de la Liga Mundial de Voleibol 2011 y otros eventos internacionales celebrados en Cuba. Profesor de Teoría en la Comunicación de la UH y la Universidad Agraria de La Habana. Imparte cursos de esta y otras materias en diversas instituciones del país como el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Ha obtenido premios y menciones en el Concurso Nacional de Periodismo Deportivo José González Barros.