A veces ella me mira fuerte y me sacude con sus contrastes, cada vez más difícil y preocupante no solo de explicar, sino hasta de entender ciertas cosas. A veces me aferro a ella porque sé que su luz la necesito para vivir y hasta para respirar, pero hasta en medio de duros apagones le he dicho en susurro: necesitamos la esperanza seria y laboriosa, no las caídas y tropiezos constantes; necesitamos cargar pilas para nuestros hijos, que cada vez andan más atomizados en redes sociales con influencer y fake news; al tiempo que su realización personal la ven vía aeropuerto.
A veces ella se angustia porque sabe que no es tan violenta como otras realidades latinas, pero es cierto el aumento desde hace meses de los índices de violencia y delincuencia en los barrios, en las casas de los amigos. A veces grita con llamados de auxilio que tampoco prefiere la droga, sobre todo ese «químico» que se cuela sin que ningún freno moral pueda controlarlo y una vez en sangre y adicción solo queda el llanto y las rejas.
A veces ella encoge los hombros y no encuentra palabras para definir conductas de quienes la traicionan después de un legado tan limpio de la familia. Esos que olvidan que la fidelidad no cabe en un abrazo de apellido, sino en una ética de ciudadano común, por mucho que las generaciones se parezcan más a su tiempo que a sus padres, por más que celebrar un cumpleaños sea posible, pero no de la manera ostentosa que nadie le hubiera aprobado ni jugando a Sandro Castro. Y mucho menos su abuelo.
A veces ella prefiere hablar de diciembre como el más verde olivo, en el que las batas blancas enaltecen el tercer día del mes y los constructores el quinto. El de los educadores y aquella magnética Campaña de Alfabetización. A veces ella recuerda que ordenar la casa no es solo cuestión de leyes y penalidades, sino también sentido común, tocar fibras desde una conversación sincera y «sacudir la mata» de quienes se cansaron o no tienen ya el mismo ímpetu que define a los revolucionarios, para cambiar lo que debe ser cambiado.
Ella es Cuba. Ella eres tú. Diciembre ha arrancado muy duro en horas de electricidad (para rematar, con otra caída del sistema electroenergético). No son pocos quienes tienen total incertidumbre en cuánto a qué cenar el fin de año, con precios que no bajan por más que los gobiernos locales se empeñan en regular. Como si fuera poco persisten problemas con el abasto de agua, el transporte público empieza a ser quimera en las paradas y no faltan los insensibles para los que bajar un precio no está en sus códigos, incluso aunque se echen a perder productos alimenticios.
La Cuba de la que seguimos enamorados no merece terminar el 2024 así. Y mucho menos empezar el 2025 sin esa gota de confianza en que la luz final del túnel está en nosotros mismos, pero con decisiones valientes para que la economía familiar sea la primera beneficiada. Estas letras sueltas solo pretenden, como el poeta, que solo se usen para amar, trabajar y bendecir haber nacido en esta tierra. A veces ella me mira fuerte, pero lo cierto es que no puedo vivir sin sus besos.
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.