Por Juan Carlos Sarría Arias, de Cienfuegos
A comienzos de la década de los años 50 y aún distante el cambio social definitivo de 1959, se agravaban las precarias condiciones en el entorno rural. De nuestro terruño quedan anécdotas de numerosas familias, algunas insólitas. Del clásico baúl de los recuerdos sacamos una curiosidad deportiva exclusiva de Cuba y quizás para el mundo, que cuenta una historia de 12 hermanos que trabajaban muy duro en el campo, para luego jugar al béisbol.
Catalina Aguiar Ruiz, miembro de esta familia, rememora esos momentos inolvidables: “Mi papá vino para Guabairo en 1920, era huérfano y lo crio un tío. Como era solo en el mundo, decidió tener mucha familia y así sus hijos no pasaran por lo mismo. Él era muy devoto a la Virgen de la Caridad del Cobre y nos puso a todos nombres con la letra inicial C”.
“Ellos —recuerda— laboraban como jornaleros en una colonia del Central Soledad. En tiempo muerto jugaban pelota porque era el único aliciente, después de trabajar como bestias en el campo. Un señor llamado Francisco Escobar en Guaos les pidió reforzar su team para topar contra el Cienfuegos. A ese pedido suyo acudieron siete hermanos. Al final del encuentro, les propuso que hicieran un club con los nueve hermanos”.
En diciembre de 1951 los hermanos Aguiar juegan su primer partido en el Estadio Pedro Vera de Cumanayagua. Las gradas resultaron demasiado pequeñas y el público asistente, motivado por el hecho inusual, llenó los alrededores del terreno para disfrutar del espectáculo.
Esta confrontación contra la novena local se extendió al inning 13 y ganaron los visitantes 2 por 1. Casimiro ponchó a 19 hombres. La alineación del singular equipo no cambió en los juegos que escenificarían: Cristo (cátcher), Carlos (1B), Cecilio (2B), Claudio (3B), Celestino (SS), Cándido (LF), Camilo (CF), Carmelo (RF) y Casimiro (L). Como coach fungía Caridad y las riendas del elenco, que contaba con la comisión de embullo integrada por Ana Ruiz (madre) y las hermanas Catalina y Clementina, eran llevadas por Marcelo Aguiar (padre).
A partir de este juego, la novena adquirió fama en el territorio de Las Villas. Aunque la atracción inicial lo constituía el hecho de ver jugar al equipo formado por nueve hermanos de sangre. Al decir de los coterráneos de aquella época, fueron vitoreados en varios terrenos, donde los encuentros desarrollados fueron inolvidables.
Con la foto en sus manos, nuestra interlocutora inmortaliza a la novena de completo uniforme y con la sobria pose de la época: “Cuando jugaban, íbamos en comitiva, iba Guabairo completo. Nos movíamos en camiones, y por suerte, siempre ganaban”.
El triunfo revolucionario les imprimió renovadas energías para jugar y ganar a este estelar y singular conjunto. Con el inicio de las series nacionales, se abrieron otras posibilidades de juegos para los Aguiar, pero de todos ellos, el único que llegó a jugar fue Casimiro, en la III Serie Nacional con Azucareros. Los demás, en cambio, dejaron esta página de sus vidas como una buena historia que contar a las nuevas generaciones de peloteros.
Visiblemente emocionada Catalina expresó: “Oía a los narradores preguntarse cómo se sentiría el papá de los Sánchez de Jovellanos, con sus cinco hijos peloteros… ¡Ahora dime tú como me siento yo que tuve nueve hermanos varones peloteros y mi papá era el mánager del equipo!”.
A pesar del tiempo transcurrido la novena de los hermanos Aguiar permanece en el recuerdo de muchos aficionados de Cumanayagua y Cienfuegos, como medida de las grandes diferencias para la práctica de nuestro deporte nacional. Ayer y hoy.