Parecería una obsesión, pero prácticamente no dormí esta madrugada. Desperté sobresaltado con la idea de que numerosos sitios de la capital habanera amanecían anegados por grandes acumulaciones de agua y que cientos de personas estarían en este amanecer con la triste tarea de preservarse de una posible inundación en su vivienda.
Ahora tocó a la tormenta tropical Helene, o para ser más exacto, a las precipitaciones que este evento climatológico trae consigo. Pero esto me sucede cada vez que se pronostican fuertes afectaciones por tormentas tropicales, o cuando me sorprende algún aguacero, de esos que llegan sin anuncios y con fuerza extraordinaria.
Es que caminar las calles de mi Habana cuando nada anuncia la llegada de algún aguacero y comprobar prácticamente en cualquier esquina que los tragantes del alcantarillado son la verdadera tragedia siempre a punto de suceder.
La información periodística a las 6 am de este miércoles indicaba que “las lluvias asociadas a Helene ―convertido ya en huracán― han afectado fundamentalmente el occidente de Cuba y a esta hora se extienden hacia la región central. Los mayores acumulados desde las 8 de la noche de ayer hasta las 5 de la madrugada de hoy se reportan en Punta del Este, Isla de la Juventud con 101 milímetros, Paso Real de San Diego con 78 milímetros, Pinar del Río con 72 milímetros e Isabel Rubio con 70 milímetros, todas en la provincia de Pinar de Río”.
Nada me hizo prever grandes inundaciones en la ciudad capital. Mejor así, pero año tras año la misma tensión, el mismo temor, y lo que es peor aún, la posibilidad cierta de igual drama en zonas determinadas, llámese Agua Dulce, Cuatro Caminos, CVD Pontón, Virgen del Camino, por solo citar algunos lugares emblemáticos donde solo se necesita un pequeño aguacerito para una gran inundación, según el decir de vecinos de esos lugares.
Pero parecería no importar a los encargados el beneficio de destupir en el momento adecuado. Solo se requiere la sensibilidad necesaria para pensar en la cantidad de malestares que se podrían evitar, entre ellos viviendas a las que no les entraría el agua, y alto número de vehículos que no se apagarían en medio de una inundación.
Me resisto a creer en la imposibilidad de programar y ejecutar debidamente la destupición de los tragantes del alcantarillado. De hecho, no habría que ser un experto para intuir que sería un trabajo no muy costoso, que pudiera acometerse con pocos recursos, aunque lo que sí no podría faltar es el deseo de hacerlo bien.
Está demostrada la alta efectividad de las medidas que pone en práctica la Defensa Civil cubana ante eventos climatológicos. Por sobre todas las cosas ―incluidas las disminuciones económicas― en la isla prevalece el concepto de preservar la vida humana y resultan muy poco frecuentes estadísticas de fallecimientos o lesionados; más no descarto el accionar sobre tragantes y alcantarillas como una forma de enfrentar grandes precipitaciones.
Según informes de autoridades meteorológicas, hoy miércoles, e incluso mañana jueves, continuarán las lluvias, fundamentalmente en el occidente y centro del país. Se aleja Helene, pero perduran tupiciones en tragantes y alcantarillas.