Mil cien días después de que el corazón se le detuviera en un campo de fútbol, Christian Eriksen volvió a una Eurocopa y adelantó a su equipo tras una jugada mágica en el área eslovena.
Alguna vez le dijeron que era probable que no pudiera regresar a un campo de juego, pero los médicos no saben nada de fútbol y ayer miles de personas agradecían la bendita locura de Eriksen y ese vicio más fuerte que el miedo, ese delirio por una pequeña esférica de cuero, que condena a los hombres a ir detrás de ella.
Todo era felicidad para la barra vikinga. Dominaban con criterio, aunque sin concretar, a un rival que lucía sin armas. Cualquiera diría que muerto.
Sin embargo, los eslovenos creían en la vida más allá de la muerte, ya se les había presentado un milagro en el partido y necesitaban puntos para afrontar las batallas ante serbios e ingleses.
Kasper Hjulmand advertía la rebelión rival, preparaba cambios tras embestidas que de la timidez pasaron a un cañonazo de Sesko que Schmeichel solo vio cuando salió rebotado del poste.
Entonces era Dinamarca la que parecía agonizar, como un boxeador en la esquina que no tiene respuesta ante un mastodonte antitécnico que lo arrolla contra las cuerdas.
Así, sin poder defenderse cayó el gol de Erik Janza, desde fuera del área y con rebote de por medio para vencer al veterano Schmeichel. Ya era muy tarde para Poulsen, Dolberg o Delaney. Dinamarca estaba casi muerta y solo le quedaba aguantar para rescatar el punto ante una escuadra que iba desbocada hacia la sangre.
El pitazo del árbitro detuvo la hemorragia y los daneses salvaron el empate. Los pesimistas dirán que el punto sabe a derrota… los más locos pensarán que todavía hay esperanzas más allá de la muerte.
Otros resultados
Grupo C
Inglaterra 1-0 Serbia
Grupo D
Países Bajos 2-1 Polonia