Por Caridad Carrobello, Doctora en Ciencias de la Comunicación
Quizás dentro de la rutina diaria no nos percatemos de cuánto va transformándose el país a partir de las nuevas formas de gestión económica. Pero quien observe en la capital que ya no se registran cuantiosas pérdidas en los Mercados Agropecuarios Estatales, devenidos la gran mayoría en cooperativas no agropecuarias de comercialización de productos del campo; o quien se detenga ante la amplia lista de ofertas de una cafetería arrendada por sus antiguos trabajadores, podrá darse cuenta del cambio.
Con toda razón, algunos dirán que en estos sitios todo se ha tornado más caro, desde una pequeña cabeza de ajo hasta el más simple vaso de refresco. Son lugares con algunas mejoras, se mantienen casi las mismas personas que laboraban en ellos, pero aumentaron los precios. Es lógico, pues estas entidades han contraído obligaciones fiscales y deben pagar el espacio, los suministros, solventar los gastos de agua, electricidad, transporte, así como sacar de las ganancias el salario de sus trabajadores. Aunque igual pesan otras causas que merecen otro análisis.
Los gastos domésticos preocupan. Pero convoco a dejar de pensar por instantes en nuestros bolsillos y enfocar hacia la economía que el país necesita, sumando a ello la gestión no estatal.
Primer ejemplo: la construcción. Un sector que durante distintos períodos ha tenido altibajos, minado por el desorden, descontrol, inestabilidad laboral, bajos salarios y otros problemas. Hoy constituye uno de los escenarios donde las nuevas formas de gestión pueden emplearse en la edificación, mantenimiento o restauración patrimonial, como lo está haciendo la cooperativa de la construcción Tiempos Nuevos, en Camagüey, y otras.
Interesantes aportes para la economía comienzan a lograr las cooperativas dedicadas a la recuperación de materias primas, así como los trabajadores por cuenta propia que producen ladrillos, bloques de hormigón, tejas y otros elementos de la construcción. Van demostrando que muchos de los recursos desaprovechados hasta hace poco, como los desechos de cartón, vidrio, aluminio, provenientes del hogar y de las empresas, constituyen fuentes de ahorro por la vía del reciclaje; y que los materiales de existencia local como el barro, posibilitan la utilización en la construcción y reparación de viviendas.
También hay un terreno casi virgen en cuanto a minindustrias, así como en las cadenas productivas a establecer entre ellas y varias entidades, ya sean estatales o no. Las últimas pudieran apoyarse en las primeras, aportarles tecnología, experiencia y capacitación, además de recursos como transporte y envases.
Haber creado una cadena productiva desde el surco hasta el consumidor, es uno de los orgullos de la Empresa Agroindustrial Ceballos en la provincia de Ciego de Ávila. Esta entidad resulta un paradigma en el aprovechamiento de las cosechas de las variadas formas productivas con que cuenta y de las decenas de minindustrias —en su mayoría no estatales— creadas en ellas para elaborar a granel pulpas de frutas, puré de tomate y dulces. La empresa adquiere todos esos renglones. Su gran combinado industrial, que antes procesaba solo cítricos, hoy les da la terminación y luego los vende al turismo y el mercado interno.
En medio de un escenario económico adverso, el Estado cubano debe reducir los subsidios y otros gastos en las producciones y servicios, los cuales pueden ser solventados por las nuevas formas de gestión, incluso con mayor eficiencia en sus resultados. Ellas tienen muchos retos, sobre todo en la adquisición de recursos y en vencer la resistencia al cambio. Pero lograrán avanzar.