Eduardo García Delgado, símbolo de abril

Eduardo García Delgado, símbolo de abril

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Entre los caídos de aquel 15 de abril se encontraba el joven artillero Eduardo García Delgado, quien al ser alcanzado por la metralla, guardó fuerzas para escribir, con su sangre generosa, el nombre de Fidel.

Siete combatientes cubanos cayeron ese día mientras rechazaban la agresión; fue en 1961 cuando de forma traidora y sorpresivamente, en un plan organizado y pagado por la CIA, fueron bombardeados tres aeropuertos cubanos.

Eduardo García parece ser un nombre común y corriente, pero si a este binomio de vocablos le sumamos Delgado, entonces nos viene a la memoria el joven miliciano cienfueguero que demostró lealtad a la Patria.

El 15 de abril de 1961, preludio de la inminente invasión mercenaria por Playa Girón, su hazaña alcanzó un lugar significativo en la historia de Cuba al realizar el gesto simbólico de escribir con su sangre en una tabla unos instantes antes de fallecer el nombre del máximo líder de la Revolución: Fidel.

Tal suceso ocurrió al ver escapar su vida como consecuencia de las heridas sufridas por el ataque de aviones con falsas insignias de las Fuerzas Aéreas cubanas, realizaron vandálicos y sorpresivos ataques a las bases aéreas de Ciudad Libertad y San Antonio de los Baños, en La Habana, y el aeropuerto Antonio Maceo, en Santiago de Cuba.

Al morir bajo la metralla de aviones norteamericanos. El joven miliciano cienfueguero demostró lealtad a la Revolución y sus principios.

Conmovido por esta acción el Poeta Nacional Nicolás Guillén expresó la admiración del pueblo de Cuba en su poema La Sangre numerosa:

   “(…) Cuando con sangre escribe
FIDEL, este soldado que por la Patria muere,
no digáis miserere:
esa sangre es el símbolo de la Patria que vive (…)”
Eduardo, uno de los nueve hijos de Ángel García y María.

Apenas contaba con 25 años al morir, nació el 13 de octubre de 1935 en Cienfuegos. Su familia realizaba labores marítimas en la costa del centro sur de la Isla; cursó estudios en el Instituto de Segunda Enseñanza, sin embargo, al fallecer su padre tuvo que trasladarse hasta la ciudad de La Habana para aplacar la apretada economía de su hogar.
Ya en la capital encontró empleo en una oficina en la calle Tacón, en La Habana Vieja, trabajo que alternaba con sus clases nocturnas de taquigrafía y mecanografía.

En 1959, en acto celebrado en la Universidad de La Habana, Fidel hizo un llamado a los milicianos y Eduardo García Delgado fue uno de los primeros jóvenes en unirse a las pujantes fuerzas armadas, donde desempeñó las tareas de artillero e instructor en la Campaña de Alfabetización.

Cuando se produjo el ataque aéreo de los mercenarios al servicio de Estados Unidos, el 15 de abril de 1961, él joven se encontraba en el aeropuerto militar de Ciudad Libertad, antiguo Columbia, uno de los tres puntos bombardeados por el fuego enemigo. Allí se formaba como artillero e impartía clases políticas.

Una y otra vez pasaba rasante el B-26 enemigo descargando su vómito de muerte.
Junto a su compañero Carlos Laplace, García Delgado se encontraba en la habitación donde dormía, situada en un segundo piso. Al escuchar las bombas corrió hacia su metralleta, pero es alcanzado en un costado por las balas disparadas desde dos aviones camuflados con las insignias de las Fuerzas Aéreas Revolucionarias. Parecía una herida a sedal.
Pero todavía le quedaban fuerzas para dejar constancia de la expresión del sentimiento que hasta hoy mueve a los cubanos a entregar sus vidas si fuera necesario por esta Revolución.

Levantó su mano y con sangre escribió una palabra: Fidel. Minutos después una bomba explotó muy cerca del pequeño cuarto, donde aparecía en la pared: FIDEL escrito uniformemente y en rojo, sobresalía entre el polvo levantado por la metralla.

Su cuerpo fue encontrado a pocos metros de su arma, la cual no llegó a alcanzar. Sus libros y libretas de apuntes donde guardaba las experiencias acerca del período como alfabetizador en las Milicias Nacionales Revolucionarias, quedaron destruidos.

Mucho pudiera escribirse de él, pero si tuviéramos que resaltar un aspecto fue su entrega por completo a la Revolución, a la cual llamaba su ‘novia’; en cada tribuna manifestó su disposición de dar la vida por ella, como lo hizo.

Qué orgulloso estaría Eduardo al ver la hermosura de su ‘novia’ que por estos días los cubanos nos ponemos de acuerdo para hacerla más vigorosa al calor del proceso político de las proyecciones de Gobierno para corregir distorsiones y reimpulsar la economía.

No puede ser un escenario más sino aprovecharlo mejor para, desde la labor sindical, alcanzar resultados superiores con el compromiso, la seguridad y el ejemplo que siempre nos ha dado Raúl, demostrar juntos que, sí se pudo, sí se puede y siempre se podrá para que por siempre tengamos a esta ‘dama’ tan hermosa y espigada.

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