Luchamos en Sumbe con Cuba en el corazón

Luchamos en Sumbe con Cuba en el corazón

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“En Sumbe no hubo miedo periodista, estuvimos allí, aquel 25 de marzo, hace ya cuarenta años. Para muchos fue la primera vez con un arma de fuego en la mano, pero dimos la batalla porque creíamos en Cuba, y seguimos creyendo en ella”.

Fotos: PCC

El Curra, como le dicen sus amigos, tenía solo 19 años cuando llegó a  Sumbe, cabecera de la provincia angolana de Kuanza Sur.

En aquel poblado alegre y cálido cayeron en combate, hace hoy 40 años, 9 internacionalistas cubanos, maestros, constructores y militares que todavía son recordados por los pobladores de aquel lugar.

José Morales (El Curra) formaba parte del IV Contingente Pedagógico Internacionalista (DPI) Che Guevara.  El  DPI estaba integrado por jóvenes estudiantes de la carrera pedagógica que, aún sin haber concluído sus estudios, fueron convocados a la misión y también se encontraba otro  Contingente, el Frank País, ambos impartían clases en el Instituto Normal de Enseñanza (INE),  la escuela del III Nivel y el Instituto del Petróleo.

“Éramos tan jóvenes… al llegar a Angola, a Luanda, los choques fueron muchos. Había pobreza, era una zona en guerra. Ver un ejército de niños rebuscando su comida en los desechos sólidos era una situación tan difícil, esas imágenes me marcaron para toda la vida —recuerda el Curra con las lágrimas a flor de piel. Yo en cuarentena años nunca he hablado de esto”, asegura.

Los maestros, médicos y constructores cubanos en Sumbe fueron ejemplo vivo de que la solidaridad no era sólo un concepto, sino que entrañaba mucho más, hasta convertirse en sangre derramada.

La colaboración civil cubana tenía también en el hospital “17 de Noviembre” a un grupo de médicos y técnicos que se encontraban allí para contribuir con los servicios de salud y como especialistas, mejorar la situación sanitaria de los lugareños.

El doctor Norberto García Mesa, graduado como cirujano, había llegado a Sumbe el 6 de enero de 1983. Antes de participar en la misión angolana había estado trabajando en Realengo 18 y también en Baracoa, localidades de la oriental provincia de Guantánamo.

“La brigada médica en Sumbe la integraban entre 11 y 13 profesionales de varias especialidades entre ellos oftalmólogos, pediatras, reumatólogos y cirujanos,. «Nunca habíamos tenido una preparación militar”, dice el doctor Norberto.

“A cualquier hora había que operar.  De madrugada nos llamaban y entrábamos al salón, donde además del instrumental médico había que tener armas y quienes se encargaban de nuestra seguridad eran los propios maestros”.

“Sumbe fue una batalla ganada por los civiles cubanos. Uno no puede evitar la emoción cuando lleva a Sumbe en la memoria”, cuenta Norberto.

 

La batalla

Sumbe, ubicada a unos 300 km apróximadamente de Luanda, despertó bajo el trepidar de los morteros y los disparos de ametralladoras del enemigo aquel 25 de marzo de 1984.

Aquellos eran días de carnaval y según se supo después— por declaraciones de los prisioneros de la UNITA— existía en la ciudad y sus inmediaciones gran movimiento de gente desconocida lo que hacía pensar que el ataque había sido preparado con premeditación.

En la zona no se contaba con fuerzas regulares de la FAPLA, ni colaboración militar cubana y solo habían organizaciones de la defensa Popular de Angola con escaso armamento.

Según refieren quienes estuvieron allí , más de 1500 elementos de la UNITA, muy bien armados, llegaron a Sumbe en la madrugada del 25 de marzo por tres direcciones con el objetivo de secuestrar a los colaboradores extranjeros y apoderarse de la capital de Kuanza Sur. Otro propósito era instrumentar una compaña propagandística internacional en los momentos en que se iniciaban encuentros diplomáticos para promover una solución a la independencia de Namibia.

El combate duró 10 horas apróximadamente en desigual enfrentamiento con los miembros de la UNITA, pero con lo que no contaron fue con la decisión de los cubanos y angolanos que allí se encontraban, quienes resistieron hasta la llegada de la aviación y las tropas de la Brigada de desembarco y asalto.

 

El Curra

“Yo lloro Sumbe todos los días. Éramos una familia y vimos morir a varios de nuestros amigos. Eso sí, los más valientes, los que nunca bajo ningún concepto valoraron quedarse inmóviles.  Ninguno lo hizo, en todo momento supimos que teníamos que enfrentar la situación y puedo asegurar que nadie se quedó detrás. Allí todo el mundo estuvo dispuesto a dar la vida”.

“Era sábado y estaba cubriendo la guardia obrera a un amigo, Alfredo Guillot, uno de los que murió en el combate. El ambiente estaba tenso, había llegado la “seguranza”—como popularmente se le decía a los de la seguridad angolana— para reforzar la vigilancia de nuestro edificio”, cuenta el Curra.

“Justo aquella noche los maestros estábamos reunidos celebrando una actividad de la Juventud. Al terminar el festejo subimos a descansar y al filo de las cinco de la madrugada sonó la primera bomba.

Abro la puerta del balcón y ya se veían los cohetes, los pobladores corrían de un lado a otro buscando protegerse. Supimos que aquello era de verdad y bajamos todos a buscar nuestras armas. Héctor Pineda, otro de los héroes caídos, las estaba entregando. Mi amigo Pineda con su P38 en la mano me dijo: “Curra, cuídate hermano que esto es serio”.

“Durante aquellas diez horas pasaron muchas cosas”, dice el Curra, y asegura que el sentimiento más unánime era el de representar a Cuba.

“Hubo momentos difíciles, todos estuvimos a un segundo de perder la vida. Pero había que estar guapos ahí”, sigue narrando entre espacios donde pareciera que regresara allí, a la tierra angolana, como si volviera a revivir aquellos años.

Un trozo de metralla se alojó en la espalda del Curra. Lo supo luego de finalizar el combate cuando pudo darse cuenta que le corría sangre, pero él asegura que ese no fue su mayor dolor.

“Julio Cifuentes acababa de llegar a Sumbe, era constructor de la Uneca y habíamos hecho buena amistad. Ese día tuve que recoger su cuerpo inerte y dejarlo bajo resguardo. Esas son mis huellas de aquella guerra. Mis amigos perdidos, Pineda, Cifuentes, Guillot, Molina….” dice Curra sin poder contener la emoción.

“Sumbe me marcó para toda la vida, fue un hito en mi vida personal y profesional».

 

El doctor Norberto

“Cuando comencé a escuchar los ruidos en la madrugada pensé que estaba iniciando el Carnaval, pero me asomo a la ventana y veo que los RPG7 ya surcaban el aire. ¡Nos atacan, nos atacan! gritaban mis compañeros.

“Recuerdo que me entregaron un arma a la que tenía que ponerle las balas y no me avergüenza decir que no pude poner ni una, mis manos no me dejaban. “Déjame eso ahí y dame otra”, le dije a Pineda.

“El ruido era ensordecedor, la gente corría a refugiarse como podía, ya estábamos bajo ataque y nosotros creíamos en la decisión de parapetarnos y resistir.

Los médicos disparamos y nos batimos cuerpo a cuerpo, pero también teníamos la responsabilidad de atender a los heridos.

Ya replegados en la playa, cargamos a los heridos al hombro para ponerlos bajo resguardo y darles alguna atención. Si me preguntan cómo pude cargar a esos hombres, te diría que no sé, pero se hizo.

Incluso a la hora de evacuar se decidió proteger a las mujeres y a los niños angolanos que allí estaban. Recuerdo que Georgina, una de las muchachas del DPI, dijo: “Nosotras nos quedamos también”, con un valor y una convicción envidiable.

Hubo un momento que nos quedamos solos el ortopédico y yo y nos dijimos: Aquí nos matamos el uno al otro pero no nos entregamos. Ese era el espíritu. A pesar de la crudeza de aquellas horas, todos estuvimos conscientes de que había que luchar o morir. Cuando llegó la aviación ya pudimos respirar.

Después de 40 años me queda seguir trabajando y luchando por los mismos principios que defendí en Sumbe y en homenaje a mis compañeros caídos. No rendirse fue la decisión aquel día y esa idea me ha guiado durante toda mi vida hasta hoy”.

Nota: Algunas referencias fueron tomadas del artículo «Hay recuerdos que nacen para quedarse dentro» de las periodistas Elizabet Rodríguez e Idania Trujillo. Publicado en el periódico Victoria, el 25 de marzo de 1989.

(Tomado de la página del PCC)

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