La victoria de Nayip Bukele en los comicios presidenciales del pasado 4 de febrero en El Salvador fue contundente. Ocurrió tal como vaticinaron observadores, académicos y hasta el mismo mandatario. La ventaja fue tan grande que el candidato no esperó al anuncio oficial; él informó, horas después del cierre de los colegios electorales, que sería presidente por cinco años más, y que para ello contaba con el favor de más de 1,6 millones de electores. En ese momento solo se había contabilizado el 70 % de las boletas, hoy conocemos que la cifra definitiva superó los 2, 5 millones.
El acto para dar a conocer el triunfo concentró a miles de seguidores en el centro histórico de San Salvador: “Hemos roto todos los récords de todas las democracias en toda la historia, dijo. El pueblo salvadoreño habló fuerte y claro. Si eso no los convence, señores periodistas, de las ONG, de organismos internacionales, de la ONU y de la OEA, nada los va a convencer”.
A pesar de las cifras, existen denuncias y reclamos por irregularidades, mayormente vinculadas a los resultados de la Asamblea. El magistrado del Tribunal Supremo Electoral (TSE) Guillermo Wellman aseguró que las anomalías en el escrutinio se debían a “errores humanos” y que “no son consecuencia de irresponsabilidad ni mala fe del organismo colegiado”. La indicación fue abrir las urnas y acometer el conteo manual, proceso aún inconcluso.
Blindaje total
Con estos comicios se estrenó la nueva estructura del legislativo, reducido de 84 a 60 escaños. Según resultados preliminares, 58 de esas curules fueron ganadas por candidatos de Nuevas Ideas, el partido de Bukele.
La ley de partidos políticos de El Salvador establece que para que una agrupación política se mantenga en el registro debe obtener no menos de 50 mil votos en los comicios legislativos y contar con al menos un diputado en la Asamblea Legislativa.
Antes de las elecciones, la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) realizó un estudio a boca de urna cuyos resultados se confirmaron con el voto popular y permiten augurar la suspensión de algunas organizaciones. El académico Omar Serrano, vicerrector de Protección Social de de la UCA declaró que “nos acercamos a un régimen o de partido único o de partido hegemónico. El partido hegemónico es un partido predominante que tiene otros partidos pequeños que son de ornato para aparentar pluralidad”.
Razones de una victoria
Bukele, de formación publicista, proviene de una familia de migrantes palestinos. En apenas cuatro años de mandato introdujo el bitcoin como moneda oficial; organizó en tiempo récord los Juegos Centroamericanos y del Caribe; declaró el estado de excepción para “meter en cintura” a las bandas criminales; y ha convertido a El Salvador en uno de los países más seguros de América Latina. Todo ello sustenta el 90 % de popularidad con que llegó a las urnas.
En el año 2015 El Salvador encabezaba la lista de países con más homicidios per cápita. Las pandillas o maras se habían vuelto un verdadero azote. Al cierre del 2023, luego de cinco años de gobierno de Bukele, la tasa de asesinatos descendió de 36 a 2,4 por cada 100 mil habitantes.
“Las pandillas fueron una receta importada”, explicó Bukele en su discurso del pasado 4 de febrero. Recordó a los desplazados de la guerra que fueron a EE. UU., donde incorporaron la cultura del pandillerismo: “Después el presidente (William) Clinton decidió que los iba a deportar, añadió. Nos mandaron a los pandilleros en 1997 y, para poste, nos impusieron otra receta: que aprobáramos la ley del menor infractor para que no pudiéramos arrestar a esos que estaban viniendo y que en ese tiempo eran menores de edad. ¿Y qué pasó? Las maras crecieron hasta que llegaron a controlar el 85 % del territorio nacional y asesinaron a más de un centenar de miles de salvadoreños”.
La postulación de Bukele a un segundo mandato fue polémica desde el punto de vista legal pues la carta magna salvadoreña privilegia la alternancia en el poder. Hoy, una vez consolidada la victoria, el mandatario debe asumir otros (viejos) desafíos frente a los cuales no bastan los golpes de efecto mediático ni las habilidades comunicativas del joven ejecutivo que destroza paradigmas y se hace autorretratos en las Naciones Unidas: la economía de la nación centroamericana solo creció un 2,3 % en el 2023; la deuda externa asciende al 85 % del pib; y un tercio de la población sigue viviendo en la pobreza.