Dicen que no le bastaron sus 28 años como vanguardia nacional ni el título honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, recibido en el año 2005. El matancero Emilio Rodríguez Basabe nunca se cansó de ser el primero, de darse todo, de entregarse completo.
Con esa imagen fue inhumado ayer a sus 66 años, víctima del cáncer quien alguna vez fuera atleta en las pistas que impuso sus mejores marcas como mecánico devolviéndoles la vida a maquinarias, tractores, equipos, en su papel de innovador de la Empresa de Logística Agropecuaria del municipio de Colón.
Se ha ido Emilio, pero la muerte solo se lleva lo físico, mas no el alma. La impronta de este hombre sigue aquí, anclada en un pedacito del mundo que llaman puesto de trabajo, en esa geografía de un colectivo donde plantó como bandera, su irrenunciable convicción: “Las soluciones existen, solo hay que encontrarlas”.
Por eso lo nombraron el Brujo, porque se le veía inquieto, pensando cómo arreglar esto o aquello, porque cuando le ponía el ojo a una pieza descompuesta solo se lo quitaba si podía repararla.
La carrera que no olvidó jamás, me asegura bajito su último director, fue la del ejemplo. “Nunca se desvinculó de la empresa, siempre estaba aquí a pesar de que se había jubilado dos años atrás. Es una pérdida que conmueve, un vacío tremendo. En él creímos porque nadie tuvo dudas de que era un héroe de todos los días… Necesitamos más hombres así”.
Y cuando un héroe como este se va, una piensa preferir la reverencia cotidiana del trabajador; no las lágrimas. Honrarlo vale más que invocarlo.
Emilio Rodríguez Basabe, es uno de tantos cubanos anónimos casi por completo, que fueron ejemplo, que vino de el pueblo, de la masa obrera y a el se dedico, a dar lo mejor de si por garantizar mas con menos,vivirá siempre entre su gente, pues como diría el apóstol: La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida.