Es difícil hoy ver a los jóvenes en bibliotecas pidiendo leer un periódico de 1966 para saber qué fue el Cerro Pelado y los Juegos Centroamericanos y del Caribe de ese año en San Juan, Puerto Rico. Es difícil hoy comprender por esos propios jóvenes que la honestidad, el valor y la sencillez de nuestros grandes deportistas (Figuerola, Stevenson, Juantorena y Ana Fidelia, por solo citar íconos) no se heredó por derecho familiar o capricho ciego.
Ellos crecieron entre medallas y vítores como resultado de un proceso de transformación social revolucionario, en el que Fidel Castro y su voluntad política fueron claves. Y no con teques ni retórica vacía, sino con acciones, ejemplo y un respaldo material (instalaciones, escuelas deportivas, áreas especiales, etc) y espiritual que todavía se extraña. Mucho se extraña.
A veces tantas páginas amarillas en el deporte son imposibles de desempolvar porque las redes sociales absorben, tragan lo inmediato y sirven para dinamitar todo lo que huela a pasado. Pero cuando uno se encuentra que hay todavía personas que lo hacen y crecen, que son felices y hacen emocionar, no queda más que venerarlos y asegurar que la historia nos sacude siempre porque es el único camino de entender el futuro.
Así lo demuestra cada año el Concurso Cuba Deportiva que por 16 ediciones ha buscado desde lo más cotidiano de cada localidad, pueblo, municipio o provincia ese protagonista del deporte anónimo; o como ahora, hurgando en las huellas olímpicas de Cuba, en medio del centenario de José Ramón Fernández, Presidente de Honor del Comité Olímpico Cubano.
Así lo contaron este 16 de noviembre glorias deportivas que se reunieron en el Centro Fidel Castro Ruz para hablar de sus vivencias con el líder de la Revolución, que lo mismo jugaba béisbol, baloncesto, ajedrez, fútbol, voleibol y tenis de mesa, que se ponía los guantes para boxear, se tiraba en una piscina a nadar y hasta ganaba una carrera de 800 metros. Que no abandonó a Ana Fidelia Quiros cuando su accidente en enero de 1993 y luego lloró con su plata en los Juegos de Ponce.
Ese baño de historia nos hace mucha falta en el deporte y en la Cuba actual. Ahora que los problemas económicos reales, los jugosos pagos monetarios, la emigración retratada y la propia cotidianidad de la sociedad hace cambiar mentalidades y todo lo que huela a pasado va a parar al fondo de las conversaciones y con ello al fondo de los valores.
Pensaba en cuánto podemos hacer todos para que la inmediatez de la última medalla o el recién evento terminado transite hacia la historia verdadera, esa que seguirá en las bibliotecas, en las páginas amarillas de los periódicos y solo la veremos saltar de ahí y contarla como es (no en números de medallas) cuando sus protagonistas la narren con el mismo amor y pasión que lo hicieron hoy la propia Ana Fidelia, Jesús Sollet, Juan Carlos Domecq y otros tantos ídolos de mi infancia y juventud.
Puedo parecer soñador, pero la historia del deporte cubano no cabe en este post. Ojalá coincida conmigo. Ojalá volvamos a ella con ganas.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.