Narrador fascinante, Italo Calvino sigue sorprendiendo a los lectores contemporáneos por su lúdica manera de desnudar los mecanismos de la creación en exquisitos ejercicios estilísticos.
Hijo de un agrónomo con abultado historial político, y de una botánica con vocación pacifista, Italo nació en Santiago de las Vegas, donde su padre realizaba experimentos científicos.
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Su madre le puso Italo para que él tuviera siempre presentes sus raíces. No hizo falta el recordatorio, porque el escritor terminó por vivir en Italia. Y desde un decidido compromiso social participó activamente en el agitado devenir de su nación, antes y después de la segunda guerra mundial.
Antifascista convencido, se unió a las brigadas partisanas durante el conflicto.
Justo en la segunda mitad de la década de los 40 comienza a ser reconocido como escritor. Transitó desde el neorrealismo de sus primeros libros, pasando por la expresión fantástica de novelas y conjuntos de cuentos posteriores, hasta la visión vanguardista de sus ensayos de la década de los sesenta.
Aunque siempre preservó una independencia estética e ideológica, que explicaba puntuales rupturas con las líneas conceptuales de ciertos grupos literarios con los que se le relacionaba.
Ojalá que las acciones por su centenario se traduzcan en nuevos y entusiastas acercamientos a su obra inmensa.