No hubiera querido escribir este comentario, pero no puedo convertirme en cómplice de alguien que puede poner en peligro la existencia de varios vecinos, incluidos los miembros de su propia familia.
Hace solo unos días una noticia conmovió a la población: siete personas quemadas vivas por un incendio provocado por la explosión de motos eléctricas, que se guardaban dentro de la sala de una vivienda y eran propiedad de dos jóvenes. No fue la primera ni la última vez que sucede un hecho de este tipo.
Estoy seguro de que cientos de motoristas encontraron soluciones para el parqueo de sus vehículos fuera de inmuebles habitados.
Pero hay otros que hicieron caso omiso de esa experiencia pública y lo siguen haciendo.
Conozco a vecinos que cada noche se acuestan con la preocupación de un posible incendio, que termine con sus vidas o con los bienes materiales que poseen.
En reciente Mesa Redonda las autoridades dieron datos escalofriantes. Más de 3 mil motos eléctricas se han autodestruido al explotar la batería e incendiarse.
Si la cuestión es evitar que se las roben los propietarios deben hallar soluciones que no atenten contra la vida de las personas, y no jugar a una verdadera ruleta rusa, donde solo se debe esperar para ver cuándo le toca al jugador y, lo que es peor, a ancianos y niños que puedan verse afectados.
Aunque en La Habana se cuenta la mayor parte de los incendios, el mal afecta a todos en el país.
Este llamado esperamos que sensibilice a los dueños de estos equipos eléctricos y no tengamos que lamentar más muertes y destrucción.
Piénselo lector: ¿Por qué jugar con la vida de los demás?