La historia de la lucha cubana está labrada sobre hechos inobjetables y majestuosos enraizados en la memoria colectiva. Por ello, resulta inevitable hablar de otro instante definitorio, de una de esas encrucijadas que obligan a gestas de fuerza diferente.
No hay que ser muy explícito para hacerle comprender el significado de lo anterior. Hemos degustado un montón de hazañas de alto nivel por nuestros gladiadores, pero la que esculpieron en estos XXIV Juegos Centroamericanos y del Caribe San Salvador 2023 merece estar en la portada de los mejores recuerdos.
Fue otro ejercicio de superación. Una cosecha de 15 coronas y tres bronces (6 oros la greco, 5 doradas y un bronce las chicas, y 4 coronas y dos bronceadas los libristas), que los catalogan indiscutiblemente como los reyes de la delegación antillana.
Fieles a su carácter, esta familia, porque así se definen, se comieron el disgusto en silencio, pues su preparación estuvo plagada de dificultades, escaseces y quizá hasta angustias.
¿La solución? Enfocarse, trabajar y luchar, sí, como nosotros, que asumimos el día a día a manera de una batalla infinita.
Les cuento que aquí los luchadores fueron virtuosos. Estuvieron como tocados por las musas, perdón, por los entrenadores, que los pulen, impulsan y educan. ¿Qué mejores musas?
Sobre la brega desbarataron los sistemas del rival. Funcionaron movidos por arrebatos competitivos casi perfectos.
Tan brillante fue su paso que les juro me pareció ver a algunos rivales “poner velas a los santos” para rogar que no les hicieran sus más diabólicas travesuras y proyecciones.
Tal vez se piense que tamaña actuación calme el hambre de éxito de esta voraz familia. No lo creo, pues en sus pupilas me pareció leer que ansían enfrentar todo lo que se avecina a corazón abierto, tal como hicieron aquí.
Descargue en PDF: Separata Deportiva del Periódico Trabajadores / 3 de julio del 2023
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