Arleen Labañino (estudiante de Periodismo)
El día que en Cuba nieve lloverán los milagros.
Discúlpeme, lector, por los dos errores de la frase anterior. Ya sabemos que en Cuba no puede nevar, la madre naturaleza no lo quiso así. Por el otro lado, los milagros no llueven (no creo que Dios los mande en forma de lluvia), me inclino más por la teoría de que los milagros se buscan y se consiguen, como se alcanzan las metas, como logramos los cubanos sobrevivir inviernos sin muchos recursos, divisas, ni nieve.
El momento anhelado ha llegado. El final para el año 2022 que comenzó con muchas ansias.
Todos queríamos dejar atrás las temporadas 20 y 21, con su agobiante trama pandémica; sus capítulos fúnebres donde dijimos adiós a gente que se nos fue para siempre (los que se despidieron, yo no pude hacerlo con mi abuelo); y con giros narrativos inesperados de vacunas en acción, inmunización en tiempo récord y ¡zam! Adiós, Covid. Hola 2022.
Y verdaderamente esperábamos más, yo creo que lo necesitábamos. Pero no es mi objetivo rememorar el centenar de defectos de esta entrega que casi concluye. No vale la pena, amigo. “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista”. Bueno… a lo mejor el del cubano sí.
El miedo de la mayoría radicaba que al armar el árbol, grande o pequeño, con sus adornos sencillos u ostentosos, no hubiese electricidad para encender las lucecitas. Y sí hubo electricidad para ver el mundial y ver alzarse a Argentina con el trofeo dorado para América, nuestra América. Y sí hay electricidad para que usted coloque cuantas luces le permita su bolsillo comprar (va y tiene suerte y Santa se las trae de regalo).
Dice EE.UU. que en Cuba no se aceptan las religiones. Quien lo dijo no ha visitado Cuba los días 24 y 25 de este mes. No sabe que mientras los cristianos realizan sus ceremonias tradicionales (muy hermosas por cierto), la otra parte del pueblo está festejando todas las bendiciones que les dio la vida durante los anteriores 11 meses.
Que sin saber pronunciar bien el Merry Christmas, el cubanos se lo dice a quien tiene al lado y le sale desde lo más profundo. Que la cristianidad tiene un principio muy arraigado en los latinos: la familia es lo primero.
Nuevamente este es un fin de año atípico.
Yo, por mi parte, no haré el tradicional viaje a Varadero para estar con mi familia; no podremos asar un cerdito, pero mamá compró una jugosa pierna y unas botellas de vino para reemplazar la cerveza. Para mí es suficiente porque mi mamá está conmigo. ¿No lo cree usted?
Muchas familias tendrán asientos vacantes en la mesa. Simple de decir, pero difícil de concientizar.
Aún así, se prepara la cena del 31, y aunque durante 364 días nos hemos quejado de la inflación, el día 30 compramos la lechuga, el tomate, el fongo, la yuca, y quien pueda, tendrá dulces.
Se acabará el año y como hicimos antes, oraremos por uno mejor.
La nieve en Cuba seguirá sin caer, pero eso, como dice el buen cubano, ni nos quita ni nos da; porque así, sin nieve, seguirán los milagros.
Nos los merecemos, por los que estamos vivos, por los que están afuera, por los que se llevó la Covid, el Saratoga y la base de supertanqueros; y en especial, por los que vienen, por el futuro.