No conservo ni una foto de ella. Y su acento con la zeta me ha perseguido desde los seis años, cuando me enseñó a leer las primeras palabras y con ello a leer la vida. Estervina era su nombre, así con V y no con B. Llevaba siempre vestidos largos, una cartera con lápices para los olvidadizos, sacapuntas para salvar cualquier contingencia y fotos para mostrarnos paisajes y héroes.
Su piel escondía muy bien los 55 años que decía su carné. Y era maestra desde los 20, por tanto cada lección de Matemática, Español y Lectura traían la impronta de una sabiduría pedagógica que hoy puedo valorar con más claridad. Siempre daba los buenos días, nunca la vi triste ni pesimista. Y hasta caramelos regalaba cuando salíamos bien en las preguntas escritas.
Nunca dio reglazos a los intranquilos, tampoco ponía a hacer líneas a los habladores, y a los más atrasados en el aprendizaje les dedicaba una hora más de repaso después de las cuatro y treinta de la tarde. Vivía sola, pero se sentía la maestra más acompañada del mundo. Su naturalidad llenaba de luz aquella escuela primaria en el municipio de Centro Habana.
Ella era como nuestra madre porque a todos nos consideraba sus hijos, porque no le gustaba que nadie hablara mal del otro aunque no coincidiéramos en criterios; porque no tenía meta mayor como educadora que enseñarnos a amar un país por encima de compartir en una misma aula creyentes y ateos; porque disfrutaba la poesía y la prosa de Martí como mismo la vimos bailar rumba y guaguancó; porque compartía una sonrisa cuando te ganabas un Excelente en la libreta y regalaba otra cuando ibas mejorando en la lectura o te aprendías la tabla del 3, del 4 o del 9.
Siempre quise escribir de ella porque los maestros marcan la vida de generaciones, de niños que se inician en el aprendizaje y en el conocimiento sobre su país. Quizás por los cientos de Estervinas que cada uno tuvo en su educación primaria somos hoy mejores profesionales y seres humanos. Y aunque no tengo foto de ella, ni pude despedirla a sus 96 años, siempre llevo en mi corazón una de las primeras lecciones más auténticas de ética, cubanía y amor que he recibido.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.
Gracias Yoel, bella reflexión. Creo que todos hemos tenido, llámese como se llame, una Estervina que nos ha llevado al mundo de la luz. En mi caso fue una Isabel, la que mucho me inspiró a incorporarme al Tercer Contingente del Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, a pedido de Fidel.