Enma Méndez Hernández siempre entró al aula cantando. Era su forma peculiar de llamar la atención ante lo mal hecho e imponer disciplina de una manera amorosa, como resulta imprescindible en la atención a las primeras edades de la vida. Así requería a los niños y lograba de ellos lo que se proponía.
Ahora tiene más de 60 años en el sector de educación. Comenzó a laborar como maestra sustituta, es decir cubriendo una plaza cuando hacía falta, siempre en la educación prescolar, la pasión de su vida.
“Me gustaba sentarme en el suelo, que los niños jugaran conmigo a las casitas, a los médicos. Me encanta ese hablar de los pequeños en esas edades”, expresó Enma, quien desde hace dos décadas y luego de jubilarse se incorporó a la educación especial, ahora como maestra ambulante. Ella es una de las tantas profesionales que han dedicado su vida a la Educación cubana de manera callada y anónima, con una trayectoria impecable.
Hoy, con 83 años de edad, integra el claustro de la Escuela Especial José Briñas García para niños con discapacidad intelectual, ubicada en el municipio de Arroyo Naranjo y hace un tiempo, por problemas de enfermedad, abandonó las aulas, pero se desempeña como maestra ambulante.
Resulta sorprendente su disposición a cumplir con este quehacer, pues al margen de la difícil situación del transporte (tres veces por semana en cada caso) visita a John Lázaro y a Darian, quienes residen en los repartos de Calabazar y Poey, respectivamente, pequeños con retardo profundo, a los que Enma les hace la vida más feliz y les enseña cuestiones elementales de las primeras edades.
Sobre los atributos que debe tener el maestro de prescolar señaló: “La dulzura y la delicadeza no pueden faltar; los niños se enternecen con las narraciones, con los cantos. Me siento satisfecha cuando doy la clase y ellos vencen los objetivos.
“¿La mayor satisfacción que puedo tener? Estar todavía trabajando en esta escuela, yo necesito ese contacto con los escolares, con el niño triste, con el que se está fajando. En ese revolico de muchachos es donde tengo que estar para tratar de disciplinarlos. ¿¡Qué voy a hacer si no trabajo!? Para mí eso es impensable.
“Lo primero que pudiera decirle a un joven educador es que esta no es una labor que se hace por dinero. Hay que amar a los niños, entregarse a ellos. La vocación es lo principal, el esfuerzo por sí solo no vale.
“En Inés Marta Vázquez (fallecida) tuve un paradigma. Primero alfabetizamos aquí en La Habana, luego trabajamos juntas muchos años en el municipio de Plaza de la Revolución. De ella aprendí, fue un ejemplo de disciplina, entrega y consagración”, resaltó Enma.
Al referirse a la importancia de los maestros ambulantes, Yadira Aragón Perez, directora de la escuela José Briñas García, señaló que son vitales, pues no todos los niños con discapacidad intelectual pueden llegar a la escuela, ni ajustarse a un grupo por el diagnóstico o el agravante que tengan.
“Ese docente es el que le lleva los saberes a la casa, trabaja con el niño de conjunto con la institución educativa, realiza la importante labor social con la familia e, incluso, la incorpora al proceso de enseñanza-aprendizaje. Entonces el pequeño no se siente aislado. Hablamos de una inclusión educativa y ellos son los portadores”.
Sobre Enma, la directora comentó que se trata de una maestra de experiencia, muy abnegada, de gran prestigio, quien desde lo personal no solo ha contribuido a la Educación cubana, sino que sus dos hijas también están incorporadas al sector. “¡Una familia de educadoras, y eso es admirable!”, sentenció.