Lázaro Sierra Fernández decidió formarse como liniero un día en que se encontró con un grupo de eléctricos trabajando cerca de su casa y le pidieron ayuda para bajar un transformador. Le preguntó a uno de los operarios dónde podía prepararse para ejercer ese oficio y le recomendaron fuera a la Escuela de Capacitación de La Habana, ubicada en Capdevila, municipio de Boyeros.
“Ahí fui junto con mi hermano Orlando, ya fallecido. La primera vez que subí a un poste me caí y me pelé las rodillas. Dije que no iba a continuar el curso. Porque el liniero tiene que saber escalar y hacerlo bien. Pero mis compañeros me animaron, y mire usted, aquí estoy todavía. De eso han pasado casi cuatro décadas”.
De entonces a la fecha, son incontables las veces en que ha observado el mundo desde las alturas: lo mismo se trabaja de noche que de día. Desde la Organización Básica Eléctrica (OBE) Arroyo Naranjo, donde cumple sus funciones, dice que lo que más le gusta es que cada día es diferente. “No te aburres”, agrega y refiere que deben imponerse a los desafíos dejados por las condiciones climatológicas, o alguna eventualidad que pueda surgir.
Pero no se hizo liniero de la noche a la mañana. Primero fue aprendiz y después se siguió evaluando hasta alcanzar las demás categorías. Comprobó que la práctica es la que da el verdadero aprendizaje y las habilidades necesarias. “Un liniero tiene que tener fuerza física porque hay que transportar engranajes, tirar cables gruesos y alambres, y tener en cuenta que puede trabajar largas horas”, añade.
Reconoce que este es uno de los puestos más peligrosos. El trabajo en las líneas de alta tensión no deja margen al error. Lo sabe muy bien: “Perdí a mi hermano, resbaló del poste y cayó sobre una línea que estaba caliente. Fue un momento difícil para toda la familia y los compañeros”, rememora.
Por eso insiste en que hay que mantener las normas de seguridad y protección y cumplir las cinco reglas de oro que exige este trabajo: Desconectar; enclavamiento, bloqueo y señalización; comprobar la ausencia de tensión; puesta a tierra y cortocircuito y la señalización de la zona de trabajo.
Lázaro no recuerda bien el número de veces que ha salido junto con su grupo a ayudar a otras provincias afectadas por los huracanes. Cuando hablamos con él, todavía estaban limando las secuelas dejadas por Ian. “En estos días, afirma, casi no hemos dormido para que todos puedan tener el servicio eléctrico”.
Le pregunto por la familia y me dice que lo apoya en esta labor que tanto sacrificio exige. En todo momento tiene el respaldo de Darilka, la esposa. Cuenta que hace poco, fueron a hacer una reparación cerca de la casa y su niño, Denzer, de 10 años, fue muy entusiasmado a ver cómo era aquella faena.
Confiesa que no le gustaría que su hijo se decida por este oficio: “entraña peligro”, no obstante, la vida será la que decida. Mientras tanto, el sigue atareado en su quehacer, sin arrepentirse de la ocasión en que escogió convertirse en liniero.
Acerca del autor
Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.