Garantizar todas las curas programadas para las personas que resultaron lesionadas en el incendio de Matanzas es una de las tareas que debe ocupar todavía durante varias semanas al colectivo del Hospital Universitario Faustino Pérez, informó la doctora Tahymí Martínez Naranjo, su directora.
La pasada semana allí comenzaron ese servicio tres veces por semana a casi un centenar de pacientes, lo cual implica una revaluación de las lesiones en esas consultas, para poder calcular el porcentaje de la piel dañada y el tipo de quemadura, y así determinar el tiempo de atención que requiere cada caso, lo cual según la gravedad puede oscilar entre 15 y 21 días, o hasta más.
“Lo normal en este tipo de tratamiento es una cura inicial por especialistas de caumatología y luego las programadas se continúan en las áreas de salud, pero el Hospital se preparó y tiene los recursos para hacerlo acá”, aseveró la doctora, quien destacó el apoyo del Ministerio de Salud Pública y también las múltiples donaciones recibidas, con material para ese tipo de procedimiento.
“El material de curación está garantizado, incluso para esa gran cantidad de pacientes”, aseguró. Para que se tenga una idea lo que representa este accidente en relación con el comportamiento habitual, explicó que la sala de quemados, incorporada hace tres años, solo tiene siete camas y su ocupación casi nunca sobrepasa el 50%, bajo el cuidado de dos especialistas y diez residentes.
La doctora Tahymí apuntó la excepcionalidad que tuvo este accidente en la provincia y hasta el país, con 49 pacientes recibidos en los primeros 15 minutos del evento, lo cual fue un reto asistencial inédito. “Fue muy difícil ese día, lo principal es la clasificación y atención en la primera hora del arribo, decisiva para salvar vidas. Hubo que desplegarse hasta en el lobby del Hospital”, recordó, al destacar el apoyo de todo el personal médico y de enfermería, incluso de los estudiantes de medicina, que acudieron a reforzar.
Al mencionarle la otra gran emergencia reciente que vivió el territorio por la Covid-19, la directora expuso las diferencias entre ambas situaciones, de donde se sacaron lecciones en aspectos como la gestión de la cama hospitalaria, en la atención a pacientes y acompañantes, así como el manejo de una alta ocupación.
“En lo emocional este incendio fue algo muy fuerte. Matanzas en llamas, contaminándose, y quienes vinieron a defender lo que uno ama… Fue un momento de mucho dolor, susto, estrés”, dijo.
Elogió la disciplina de bomberos y rescatistas ante la atención médica. “Son personas que llegan y saben que tienen que aguantar, que quieren ayudar al médico a que los trate. Eso fue muy conmovedor”, dijo, entre anécdotas que prueban ese arrojo.
El otro acompañamiento que tendrá continuidad es la imprescindible atención psicológica que requieren las personas accidentadas y sus familiares. Ese soporte emocional comenzó desde la recepción de los pacientes, con un pequeño equipo de cinco profesionales de la salud mental, y se debe mantener durante las curas y luego por consulta externa, en procesos cuya duración dependen de la respuesta de cada individuo ante el estrés postraumático.
“Creo que todos van a necesitar ayuda psicológica después de este evento. Es un apoyo que a veces se subestima, pero es importante porque da herramientas de enfrentamiento”, concluyó.