La pelota cubana perdió este miércoles 23 de abril (alrededor de la 1:30 pm) a uno de sus símbolos más grandes de todos los tiempos: Conrado Marrero, el Guajiro del Laberinto, El Premier, o simplemente el más antiguo ex pelotero de Grandes Ligas que quedaba vivo en el mundo.
A solo 48 horas de cumplir 103 años, el otrora lanzador falleció víctima de un infarto, después de estar varios días muy delicado de salud en su casa, comentó el nieto Rogelio Marrero a Trabajadores, uno de los últimos medios de prensa que tuvo la oportunidad de entrevistarlo con lucidez cuando llegó a su centenario.
Según la propia decisión de la familia, Conrado será cremado en las próximas horas. Todo el béisbol cubano, latino y mundial está de luto esta tarde, cuando el Guajiro ha tirado su último lanzamiento de despedida.
A continuación, publicamos la entrevista que le realizáramos el 22 de abril del 2011 en su casa.
«Los 100 strikes de Conrado Marrero»
Si alguien busca una persona con buena memoria a los 100 años, el ejemplo más fiel es Conrado Marrero. Una llamada telefónica para coordinar la entrevista bastó para el recuerdo de su barbero Rodolfo — bisabuelo del periodista—,y decenas de anécdotas relacionadas con su paso por el béisbol cubano y en Grandes Ligas.
Sentado en su sillón, con una pelota en la mano derecha todo el tiempo y un tabaco en la izquierda, el conocido Guajiro del Laberinto (por la finca donde nació, en Sagua la Grande) accedió a lanzar “strikes” con la broma genial de que no habría ponches, pues la conversación era parte de su cumpleaños, el próximo 25 de abril.
Más allá de la edición periodística, el hilo conductor de las respuestas la preservamos tal y como las contestó, incluso con esas palabras y frases de quien, por momentos, parecía estar contándonos una historia de la mejor novela deportiva no escrita.
¿Cómo era el niño Conrado, de qué manera llegó al béisbol?
“Fui un muchacho de campo, hijo de campesinos que empezó poco a poco a conocer el juego de pelota. Entonces se “mentaba” mucho a Adolfo Luque, Miguel Ángel González y algunos más.
“Como no tenía pelota, me ponía a tirar naranjitas, limones o pelotas de trapo y a batear piedrecitas. Mi papá no jugaba, pero mi hermano mayor, Benito, sí. Jugábamos en cualquier lado, pero no como ahora, sino con dos bases y pelota de goma de camión, de esas que se cortaba un pedazo de goma, se metía en la candela y se daba vuelta para que estuviera lo más redonda posible.
“Una vez estaba “catcheando”, y con una pelota de esas me dieron un “tri foul”, que me raspó la cara y me “quitó” hasta la piel. Fue como un bautismo de fuego. Cuando era un poquito más grande, Benito me llevaba a ver juegos que se hacían entre campesinos. Vine a ver un cuadro de pelota por primera vez con 10 años”.
¿Cuál es la historia de su primer traje de béisbol?
“Donde me hice pelotero fue en El Laberinto. Jugaba los domingos con muchachos chiquitos de mi edad, pero hicieron una “novena” de guajiros grandes y cuando practicaban iba con una mascotica de lona que tenia y me tiraba con ellos, porque no había dinero para comprar guantes. Al final, quitaron la tercera base porque era mal fildeador y me dieron la oportunidad.
Después, uno que le decían Cucho Polaina (Delfin López) hizo otra “novena” para jugar en un lugar que se llamaba Los Cuatro Caminos. Para comprar el traje, los guantes y la pelota, nos fuimos como cuatro o cinco a guataquear el platanal de Erminio, que era más malo que el “carajo”. Así ganamos unos kilos y compré un pulover de manga larga y un saco de harina. Mamá me hizo el traje de pelotero y le pusieron aquí: (señala al pecho) Los Piratas”.
Pero usted jugaba en el cuadro, tercera o torpedero. ¿Perdimos un defensor o ganamos un lanzador?
“Cuando estaba en El Laberinto venían unas novena de Sagua la Grande y aunque era más chiquito, me fijaba siempre en los pitchers y luego tiraba como ellos. Cucho y Ángel, los dos pitchers de nosotros, no aguantaban en el box. Jugamos dos domingos con Los Panaderos y nos entraron a palos, pero al tercero, perdiendo, me pusieron. Ahí empecé seriamente a lanzar. Ese día ganamos porque di un batazo que metí la pelota en una cerca de piña (jonrón) con dos en base”.
¿Cómo llega al equipo Cienfuegos y qué recuerda de su primera visita a La Habana?
“Todos los domingos pitcheaba y ganaba en Isabela de Sagua. Un día le dijeron al director de Cienfuegos que si necesitaban lanzadores fuera a Isabela, donde había un guajiro que no perdía.
“Para probarme el equipo jugó allá, pero el terreno era muy corto por el right field y ellos llevaron tres zurdos. A la hora de discutir las reglas, le propusieron dos bases (es decir doble) si se iba por ahí, pero la gente de Cienfuegos decían que a riesgo los batazos. Y le dije al manager: “A riesgo, chico, no te preocupes”.
Jugamos siete inning y los tres zurdos se poncharon siempre que fueron al bate. Di 14 “ponchaos”. Por primera vez hablaron de una posible integración al equipo, que no ocurrió hasta días más tarde, cuando avisaron mientras cargaba una carreta de caña.
“Fui corriendo para la casa, me bañé y cogí el tren hasta Santo Domingo. La “novena” de Cienfuegos, que iba a jugar con la selección Cuba en La Habana, venía en un ómnibus que estaba lleno. Buscaron una silla de tijera y la pusieron en el pasillo. Entramos de madrugada a La Habana y nos hospedamos al hotel Boston, cerca de la terminal de Ferrocarriles. Vi tanta gente levantada de madrugada que dije: “coño, pero aquí la gente no duerme, hay más personas que un día de fiesta en mi pueblo”.
¿Qué ejercicios hacía para mantener la forma deportiva por tantos años?
“Correr y correr. Fíjate que pitcheaba en La Habana, me quedaba en Santo Domingo, cogía el tren para Sagua y me iba ese mismo día para El Laberinto a trabajar. Siempre lo hice como carretero de cañas y ahí uno camina mucho. Tenía buenas piernas.
Entre semana, que llegaba a la casa por la tarde, mis hermanos me recibían con una mascota y les tiraba unas pelotas. Cuando ellos no estaban, Olimpia, otra hermana, se ponía en el patio de la casa a “catchear”, le daba la mascota y me tiraba con ella”.
¿Curvas o sliders? ¿Por qué nunca mejoró su recta?
“Tiraba una curva pequeña. Recortaba la pelota y la botaba más para acá (señala el movimiento hacia dentro) para que el movimiento fuera más corto. Pero vino un americano, que estuvo con el equipo de Tampa, a jugar a Cuba, y cuando vio que lo dominaba fácilmente con ese lanzamiento me dijo que era slider y desde entonces todos lo llamaron así. Tenia mejor control con esa slider que con la recta, la cual tampoco era mi fuerte”.
¿Cuán importante para un lanzador es tener un buen receptor?
“Un “cátcher” que reciba bien te ayuda mucho porque puedes pasar la bola por adentro y por afuera con facilidad. Hay quienes lo hacen con las piernas más cerradas y otros se abren más a la hora de ponerse en el home. Cuando ocurre esto último uno ve la zona más grande. Me acostumbré mucho a Julio Trujillo, le tenia mucha confianza, al igual que a Andrés Fleitas”.
¿Por qué no le gustaba dirigir a Conrado?
“Al triunfo de la Revolución fui a enseñar a los muchachos jóvenes e hicieron una “novena” de la que salieron después buenos jugadores para las series nacionales. Fui manager de Almendares porque no había nadie, pero no me gustaba dirigir por los dolores de cabeza que trae con el público y hasta con los jugadores. Prefiero ser entrenador de bateo, en especial de fongueo, que lo aprendí en Washington. Antes de retirarme trabajé con el béisbol en Santiago de Cuba, Granma y los resultados se han visto en estos años”.
Por vez primera en nuestras series nacionales, Cienfuegos ya es medallista y está discutiendo pasar a la final. ¿Qué siente un pelotero que entregó tanto por ese nombre, aunque en épocas distintas?
“Donde me inicié como lanzador, desde donde salí a jugar profesional fue en Cienfuegos. Hace tiempo le dije a mi nieto que ese “club” podía ser campeón de estas series porque sus peloteros juegan con disciplina y sus pítcheres son bastante buenos. Ya no puedo ver la televisión, pero escucho todos sus juegos por radio. Me simpatiza mucho el receptor Arias, la primera base Abreu y el “siol” Arruebarruena.
“Aunque mi último trabajo como entrenador fue en Granma, la confianza mía está en que Cienfuegos gane este año. Te doy un dato más, desde 1941 cuando gané con ellos en una serie distinta a la de ahora, nunca más han podido serlos en ningún torneo. Sería no solo un regalo de cumpleaños, sino para todo ese pueblo”.
¿Usted hubiera podido vivir sin Cuba?
“Si hubiese querido vivir fuera, incluso en Estados Unidos, hace rato que lo hubiera hecho. En estos días han venido muchos periodistas a entrevistarme, algunos extranjeros, porque dicen que soy el único jugador de Grandes Ligas vivo con 100 años y siempre le digo lo mismo: Nunca pensé dejar a Cuba y voy a morir donde nací. Adoro mi patria y adoro a todos los cubanos”.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.