Que las cartas son una inapreciable fuente documental es una verdad incontrovertible. Leer esas misivas que otros remitieron o recibieron a lo largo del tiempo, se convierte en una experiencia enriquecedora, que permite conocer, entender, valorar, insospechados universos.
Es posible comprobar tal certeza, ahora que se publica, en una segunda edición, Cartas cruzadas (Ediciones La Memoria, Colección Palabras de Pablo, tomo I, 384 pp y tomo II, 424 pp), una recopilación de la correspondencia que Pablo de la Torriene Brau escribió y recibió durante su segundo exilio neoyorkino.
Aparecida por vez primera en el año 2004, esta obra reúne más de ciento sesenta misivas firmadas por el aguerrido periodista revolucionario, así como más de setenta que le fueron remitidas, todas fechadas en algo más de un año, en el período comprendido entre abril de 1935 y agosto de 1936.
Son cartas desenfadadas, matizadas con el humor y la ironía característicos del discurso narrativo de su autor, que testimonian las realidades, conflictos, problemáticas, angustias, esperanzas, de un hombre enfrascado en la defensa de la justicia y la libertad del mundo que le tocó vivir.
En esta misiva, dirigida a su madre, en abril de 1935, se aprecian algunos de esos rasgos que identifican la escritura de Pablo:
New York, 8, 4, 35.
Querida Mamá: J
Me mi de allá huyendo, y llevaba ya huyendo un buen tiempo. Por poco uno de esos días voy a casa. Pero hice bien en no ir. Y no vi a nadie. Sólo a Teté. He pasado malos días aquí; pero no porque no tenga casa ni cama, sino por las preocupaciones y por la pesadumbre de la derrota de allá. Luego he sabido que dejaron cesante a Zoe por comunista… Algún día veré ahorcar a Pepín «por gritar viva España»…
Y aquí hay un frío indecente. Y una lloviznita puerca y helada. Estoy buscando trabajo por todos lados y sin duda que lo encontraré.
Tengo a varias personas interesadas.
Mañana pienso ir a ver a Mayito que ya recibí un papel con la dirección hace varios días y no quiero que se pase más tiempo. Me voy a comprar zapatos nuevos y un flus nuevo (aunque sea de algún muerto, de una casa de empe¬ño) y le voy a pedir a Mayito que me retrate «para mandar al campo»…
Tú debías, con el capital que tienes reunido, darte un viaje por aquí. Yo te podría recibir en alguno de los varios palacios en donde «moro» y ya verías cosas en este pueblo. Hay un teatro que en las lunetas, si uno le mienta la madre al de la ultima fila desde la primera, por buen oído que tenga, por si acaso ha dicho algo agradable, inclina graciosamente la cabeza, dando las gracia… Y así todo. Está divertido esto. Miles de rubias y miles de trigueñas. Edificios casi tan altos como el de Consulado 33, bajos, y comerciantes tan ricos como Fermín (¿No se llama Fermín el bodeguero?…). Y aunque no se tenga trabajo, se trabaja más y se pasa más trabajo que si lo tuviera. Es un contrasentido.
Me he enterado de que Güiqui tuvo un accidente en la máquina. ¿De veras fue la lesión en el ojo, o sólo en el párpado? Escríbeme sobre esto.
Dale recuerdos a María y a su culto esposo y tú, en unión de mis queridas hermanas y de mi amante padre, re¬cibe mis mejores recomendaciones para el bello Coronel Batista.
Nene
Considerado una figura paradigmática de la historia y la cultura cubanas de las primeras décadas del siglo XX, Pablo de la Torriente Brau (San Juan, Puerto Rico, 1901-Majadahonda, España, 1936), inclaudicable combatiente internacionalista caído en defensa del heroico pueblo español, legó una valiosa obra periodística y literaria.
Acompañan esa enriquecedora producción, las cartas que, en su breve y fecunda vida, escribió Pablo. A ello se refiere el poeta, investigador, periodista y cineasta Víctor Casaus, fundador y director del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, cuando, en el prólogo a Cartas cruzadas, comenta:
A estas cartas puede irse hoy, pensamos, en busca de las tensiones, los conflictos y los rigores de la lucha que hicieron de la época una de las más extraordinarias de nuestra historia y de Pablo una de sus figuras más altas y ejemplares. Entre las muchas enseñanzas que la acción y las letras de Pablo dejaron para los jóvenes de hoy —y para los de mañana también— están, sin duda, su entrega abierta y desinteresada a la lucha y la pasión sin límites que puso en cada minuto de su vida y en cada palabra de su obra.
“Mis caretas –confesaba Pablo, en enero de 1936, a su entrañable amigo y compañero Raúl Roa— son las actas oficiales de mi pensamiento”. Quien llegue a las páginas de estas Cartas cruzadas podrá, a través de estos textos, descubrir cómo pensaba y cómo actuaba el hombre que, con la pluma y el fusil, contribuyó a escribir la verdadera historia del mundo de su tiempo.