Alcanzar altas coberturas de vacunación y con ello tener un impacto significativo en disminuir la transmisión del SARS-CoV-2, solo será posible si al igual que a los adultos, se vacuna también a la población pediátrica.
Para lograr esa meta, Cuba cuenta con la vacuna Soberana 02, cuyo titular es el Instituto Finlay de Vacunas (IFV). Tras haber transitado un riguroso camino regulatorio y comprobarse que cumple con los requisitos exigidos en cuanto a calidad, seguridad e inmunogenicidad para ese grupo poblacional, el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (CECMED) decidió, este viernes 3 de septiembre, aprobar la Autorización de Uso en Emergencia (AUE) a esta vacuna cubana.
Dicha decisión permite ampliar su uso en ese grupo poblacional, específicamente en las edades comprendidas entre los 2 y 18 años. De este modo, Cuba desarrollará la primera Campaña Nacional Infantil contra la COVID-19 a nivel mundial.
Es un paso significativo para avanzar en la estrategia de inmunización del país y en la protección, en el menor tiempo posible, de nuestros niños y adolescentes.
La aprobación del inmunógeno está sustentada sobre la base de los resultados de los ensayos clínicos realizados, que en la población pediátrica fueron superiores, en todas las variables inmunológicas, respecto a la población adulta de 19 a 80 años.
¿Por qué es necesario vacunar a la población infantil?
Recordemos que, en la primera ola de la enfermedad, los contagios en la población pediátrica en Cuba estuvieron alrededor de los 200 casos, y en la segunda ola, esta cifra ascendió a 600 niños y adolescentes. Desde el 21 de marzo de 2020, fecha en que se diagnosticó el primer paciente pediátrico en el país, hasta estos momentos, más de 115 000 menores han sido afectados por la COVID-19.
Si bien en los inicios se habló de que la enfermedad afectaba más a los adultos, fundamentalmente a las personas mayores, el conocimiento sobre el impacto del virus en la población pediátrica ha ido cambiando.
A pesar de que la forma asintomática es la más común entre ellos, se han descrito casos de elevadas cargas virales en niños pequeños, y también se ha observado en estos casos la replicación del virus en su tracto gastrointestinal, lo cual facilita su diseminación.
Entre los más pequeños existen formas leves y moderadas de la enfermedad, con síntomas parecidos a los que se manifiestan en adultos, como son fiebre, diarrea, malestar general, así como trastornos del gusto y del olfato; no obstante, se ha observado, además, una forma de enfermedad grave conocida como Síndrome Inflamatorio Multisistémico Infantil que puede provocar incluso el fallecimiento.
Por otra parte, en muchos de los menores contagiados ha sido posible apreciar que persisten secuelas, pues se ha comprobado que, aun en formas leves y moderadas, la enfermedad tiende a dejar afectaciones, incluso daños sicológicos.
Con la aparición de variantes más contagiosas del virus, como la Delta, se ha constatado el potencial desplazamiento del número de infecciones de los adultos al grupo pediátrico, en correspondencia con el avance de la vacunación de los primeros.
Ello significa, que en la medida en que se vacunan adultos, la edad pediátrica es entonces la que permanece más vulnerable y aumentan en ella los casos.
Por esa razón, es fundamental incluir dentro de las estrategias de vacunación de los países a la población pediátrica. Hacia este objetivo se encamina ahora Cuba, con la fortaleza de contar con una vacuna propia, segura y eficaz, y la experiencia de décadas en la inmunización infantil, que ha permitido eliminar y controlar múltiples enfermedades. (Tomado del Sitio oficial del Minsap)