En la provincia de Santiago de Cuba, hace 38 años, en la soleada tarde del 26 de julio de 1983, cinco trabajadores de todo el país recibían de manos del Presidente Fidel Castro, el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.
Por primera vez se entregaba el que con todo rigor constituye el más alto galardón en el quehacer laboral cubano. Los elegidos fueron Celia Hernández, Francisco Díaz Febles, Dimas Ramón Martinto Brown, Esmel Saab Barrera y Arcel Quevedo Osorio.
Hoy supimos que Díaz Febles, el segundo de ellos, el gran inseminador de ganado vacuno, quien se hacía llamar conversador empedernido, falleció hace unos pocos días. Del famoso quinteto ahora solo vive Celia, la gran cortadora de caña.
Muchos recuerdos sobrevienen ante tan infausta noticia. Díaz Febles gustaba hablar “de lo humano y lo divino”, según su decir. “Soy un hombre feliz, me gustan los pequeños placeres de la vida, ver a mi familia reunida, que todos se quieran”, dijo en una ocasión.
Su impronta llenó toda una época en Cuba, justo en los momentos en que con denodado esfuerzo la ganadería cubana encaminaba pasos hacia el desarrollo.
La primera vaca que gestó tuvo jimaguas, “pero se me murieron los
terneros —recordaba— después vino la otra, y el ternero nació sanito, y después otra, y otra, y miles de vacas y terneros más.
“Me faltan palabras para describir, por ejemplo, cuando nace un
ternero, cuando nace sanito, sin problemas… Es un orgullo que no tiene nombre. Es de las mejores cosas del mundo”.
Llegó a ser el mejor inseminador de Cuba y tanto fue su amor al trabajo que por los años 80 del pasado siglo prefirió renunciar a un viaje de estímulo a la Unión Soviética y quedarse en su centro laboral para poder cumplir su plan de inseminación.
Nunca olvidó a Grúa Nueva, el bateycito de la provincia de Ciego de Avila, donde nació en 1936, un lugar en que lo predominante era la pobreza reinante. Amó con fuerza grande ese terruño, tanto que allí descansarán sus restos. Así lo pidió y pronto serán allí las exequias.