Una encuesta divulgada en Madrid el pasado miércoles, reveló que el crítico y prolongado trance laboral constituye actualmente la mayor preocupación de los españoles. La profunda y persistente crisis económica y social por la que atraviesa la nación desde hace más de un lustro mantiene desempleada al 26 % de la población apta para el trabajo, cifra que equivale a 4 millones 812 mil personas.
El nivel de vida que esos ciudadanos y sus familias mantenían antes de ser lanzadas al paro forzoso se ha deprimido considerablemente; y además de los que padecen las precariedades por quedar cesantes o no encontrar trabajo, muchos más se afectan en diverso grado debido a la crisis.
De acuerdo con el sondeo, realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas, el 81,1 % de los consultados ubicaron el desempleo como su principal dificultad. A pesar de ser tan elevado, este indicador continúa en ascenso en el 2014, pues en enero último la tasa se situó en 78,5 por ciento.
Tampoco avizoran muchas esperanzas en su horizonte económico. La propia investigación apunta que el 86,9 % de los encuestados cataloga las perspectivas económicas del país como malas o muy malas, mientras el 12,1 % las califica de regulares; solo el 0,7 % las enmarca en la categoría de buenas.
Un día después de publicada esta encuesta se divulgó que los sindicatos españoles presentaron ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT) una reclamación por la congelación del salario mínimo en el país. La medida, recientemente decretada por el Gobierno de Mariano Rajoy, se justificó con el fin de “contribuir a la recuperación económica”, según afirmó el Ministerio de Empleo y Seguridad Social.
Los ponentes de la demanda argumentaron a la OIT que la decisión gubernamental no tiene valor legal, por cuanto viola acuerdos adoptados para garantizar que los salarios cubran las necesidades de los trabajadores y sus familias.
Lo peor de todo es que, además de tener que padecer las consecuencias de la crisis económica, los trabajadores españoles y sus familiares son también obligados a pagar una contribución en aras de dejar atrás ese flagelo. Ninguna de las dos cargas debieran pesar sobre sus hombros, porque no son ellos los responsables del descalabro que hoy abate su país.