Era el 6 de junio de 1983, y tenía 23 años de edad, cuando Odel Peña Vázquez llegó por primera vez a la actual Empresa de Estructuras Metálicas Comandante Paco Cabrera (Metunas), de la provincia de Las Tunas. Al poco tiempo le había entregado el alma. Y ya no pudo separarse más.
“Estudié hasta el décimo grado, pasé el Servicio Militar Activo y decidí comenzar a trabajar”, afirma, y recuerda: “Un amigo me habló de cursos de capacitación que impartirían en esa industria, indagué y matriculé en la especialidad de trazador-pailero”.
Así, de la mano de esa profesión, el hoy Héroe del Trabajo de la República de Cuba Odel Peña Vázquez entró al fascinante mundo de la metalurgia en dicha entidad, a la que nuestro invicto Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz calificara como fábrica de fábricas, y desde entonces es un emblema en el universo empresarial de Las Tunas y de Cuba.
¿Qué hace un trazador-pailero?
“Es el encargado de llevar al metal los trazos de un proyecto diseñado sobre papel y ensamblar todos los elementos con puntos de soldadura, para que luego el soldador les dé a las estructuras la firmeza, según los requerimientos técnicos para hacer el montaje.
“En el departamento de diseño se realizan los planos de las edificaciones u objetos demandados por la empresa; pasan al taller de corte, donde laboro; y después van a ensamble, pintura y al área de venta, que acopia los productos terminados para su comercialización”.
Las complejas faenas, de cuidados extremos para no errar, le han proporcionado muchísimas satisfacciones, lo reconoce, y los ojos le brillan de alegría cuando habla de Expocuba, de la Tribuna Antimperialista y de los machetes que significan la intransigencia del mayor general Antonio Maceo, en la Plaza de la Revolución homónima de Santiago de Cuba. “No estuve en el montaje, pero sí en la fabricación de los elementos que los conforman”, refiere.
También le dan similar regocijo los aportes a la Zona Especial de Desarrollo Mariel, las exportaciones de estructuras que llevan su impronta; la rehabilitación del hangar principal del Aeropuerto Internacional José Martí, en La Habana, provincia en la que permaneció casi seis meses tras el paso del huracán Ike (octubre del 2008). Y asimismo el año de duras faenas en la terminal aérea de Santiago de Cuba, donde rehabilitó pisos a los tanques de combustible.
Esa obra le ha hecho merecedor de altos estímulos: la Medalla de Hazaña Laboral, la de Proeza Laboral y la Florentino Alejo, por más de 25 años en el sector; la Orden Lázaro Peña, de I, II y III Grados, así como sellos, distintivos… Reconocimientos que son el premio merecido y oportuno, ganado con el sudor de la frente por sus distinguidos servicios; y cuya máxima expresión está en el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, recibido el pasado 30 de abril.
“Ese día nuestro Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez lo entregó a 13 compañeros, y entre esos estaba yo”, lo dice sin jactancia, pero es fácil advertir el gran gozo que experimenta. Lo lleva como una estrella colgada en el lado izquierdo de su cuerpo y sus esencias bajo la estricta custodia del corazón.
¿Cómo recuerda ese momento?
“Algo realmente inolvidable, que proporciona mucha motivación. Desde que estoy trabajando, en toda mi vida, es la situación más emotiva que he tenido, y me siento muy orgulloso del estímulo y de haberlo recibido de manos del Primer Secretario del Comité Central del Partido que da continuidad a la obra de la Revolución”.
Entre tantos sueños nunca imaginó este premio. “Siempre me ha gustado trabajar, y trabajar bien. Esa actitud me la inculcaron desde la cuna mis padres Ulises y Olga”, enfatiza. Ellos, con sus 88 y 83 años, respectivamente, disfrutan los éxitos de su vástago, el mayor de los dos hermanos.
Una opinión autorizada
Todavía no habla de jubilación, ni estamos apurados porque lo haga, pero el tiempo pasa y a pie de obra va preparando, capacitando a compañeros más jóvenes, que serán quienes lo relevarán. Con sus enseñanzas vamos a lograr muy buenos trabajadores, tanto en el ámbito del conocimiento como en lo moral, asegura Orestes Alfredo Zamora Pérez, director de la UEB donde Odel escribe esas páginas de voluntad y entrega.