Una madre, un padre, nunca olvida al médico que le salvó a un hijo. La doctora Hermilda Ancheta lo sabe en su larga experiencia como anestesióloga. Más de una vez, en la calle, la han reconocido y le han expresado su agradecimiento. Con algunos mantiene comunicación y está al tanto de sus vidas.
Hasta puede recordar sus nombres. Y entre ellos menciona a Lazarito, un niño procedente de la Isla de la Juventud, quien ingresó con un cuadro clínico neurológico grave, en la sala de terapia intensiva del Hospital Pediátrico Juan Manuel Márquez, en Marianao.
“En una ocasión, siendo ya casi las 6 y 30 de la tarde, después de haber concluido la jornada laboral, se me acercó el neurocirujano y me planteó que iba a operar al niño y quería que fuera yo quien le diera la anestesia. Cuando expresó que se trataba de Lazarito, yo me dije: ¡Dios mío, esta es la anestesia número 18 que le daré! El pequeño estuvo casi seis horas en el salón. Felizmente sobrevivió, se recuperó y rehabilitó. Luego estudió y llegó a graduarse como técnico medio en Informática. Hoy está casado y tiene un hijo. Todo eso lo sé a través de sus padres. Un día me dijeron: “Doctora, ya tenemos un nieto, porque también es suyo, si usted no hubiera contribuido a su salvación, no estaríamos hoy tan felices”.
En su vasta experiencia como especialista de Anestesiología y Reanimación, muchos fueron los momentos complejos que tuvo que enfrentar.
“Recuerdo un caso que se presentó cuando trabajé en el entonces hospital pediátrico Pedro Borrás Astorga, en La Habana. Tuve que anestesiar a un bebé que tenía solo dos horas de nacido. Fue del vientre materno al salón de operaciones».
«Otro verdadero reto resultó la intervención de urgencia que hubo que practicarle a un niño de 11 años de edad, quien llegó con una herida provocada por un arpón de cazar tiburones, el cual penetró en el ventrículo derecho de su corazón. Eso fue un 24 de diciembre”.
Según confiesa, desde pequeña tuvo disposición para ayudar a las personas. Su humilde familia, natural del poblado de Caraballo, actual provincia de Mayabeque, cimentó esa generosidad que siempre la ha caracterizado.
No dudó en dar el paso para incorporarse a la recogida de café cuando el ciclón Flora afectó a las provincias orientales y también a participar en la campaña de Alfabetización. “Estuve en la Sierra Maestra, en el Corojo, en el municipio de Guisa. Alfabeticé a cuatro personas, todos adultos. Al regreso, hice el preuniversitario en Ciudad Libertad. Al concluir los estudios opté por la carrera de Medicina».
“Me gradué en diciembre de 1970. Y mi primera ubicación laboral fue en el hospital de la Columna Juvenil del Centenario (CJC), en Florida, en la provincia de Camagüey. Era la directora y, además, la única doctora. Había 46 camas. Recién llegada, tuve que atender a un compañero que venía a trabajar como periodista en la CJC. Llegó muy grave, inconsciente y deshidratado, debido a un cuadro gastrointestinal agudo. En unas horas, logramos rehidratarlo; permaneció ingresado durante tres días. Ese paciente es hoy mi esposo”, manifiesta con felicidad.
Recuerda que en un inicio quería especializarse en oftalmología, pero dieron pocas plazas y le otorgaron su segunda opción: anestesiología, la cual concluyó en año 1977.
“Amo esta especialidad, considerada una de las más completas y abarcadoras. Tiene tres aspectos: anestesia, reanimación y tratamiento del dolor”.
Y abunda:
“El anestesiólogo es el clínico del paciente quirúrgico y debe conocer no solo la patología quirúrgica que le aqueja al paciente, sino las enfermedades asociadas de las que padece, así como los medicamentos y tratamientos que está llevando en el momento de la programación de su intervención quirúrgica. Además, debe tener la habilidad de poder detectar los hallazgos clínicos transoperatorios, los distintos eventos que se puedan presentar durante el proceder quirúrgico».
“Realmente, siento mucho orgullo y satisfacción de haber podido contribuir al beneficio y recuperación de todos los que recibieron lo mejor de mi trabajo como anestesióloga durante más de 30 años”, subraya.
Formando anestesiólogos
Actualmente, Ancheta se desempeña como profesora en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM). “Comencé en noviembre de 2010, dando la asignatura de Fisiología Médica. En la actualidad imparto clases de Sangre y Sistema Inmune, en el Departamento de Ciencias Fisiológicas”.
Laborar en ese centro, representa para ella un privilegio. “Soy feliz de haber contribuido a la formación de médicos de ciencia y conciencia. Es muy estimulante reencontrarlos ya graduados, trabajando en sus países. Algunos han venido a Cuba en aniversarios de la ELAM y otros eventos. Su premio es oírlos decir: ‘Profe, cómo yo me acuerdo de usted por sus enseñanzas y ejemplo’”.
Destaca que, en el 2014, en el Hospital Clínico Quirúrgico Hermanos Ameijeiras, durante una jornada de Anestesiología cardiotorácica, se le otorgó el reconocimiento de Profesor Relevante, por haber contribuido a la formación de generaciones de anestesiólogos.
Como buen profesor, añora el contacto con sus alumnos, porque las clases presenciales son únicas. Sin embargo, se ha adaptado a las circunstancias impuestas por la Covid-19 y desarrolla las actividades docentes de forma virtual. Aún extraña los días intensos en los salones de operaciones, cuando contribuía a salvar preciosas vidas. “La razón principal de mi carrera es la atención al paciente, pero ocurre que la docencia es la continuidad de esta profesión y formar a las nuevas generaciones es imprescindible”.
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Acerca del autor
Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.