Se encienden las luces, la escena se colma con los protagonistas… comienza el espectáculo.
Son apenas las siete de la mañana, no hay lentejuelas, no hay público, pero el mayor cabaré de Santiago de Cuba es todo ajetreo, ir y venir de sus 92 trabajadores haciendo cuanto sea necesario: labrando las áreas circundantes, atendiendo la jardinería, remozando locales, produciendo más de una decena de surtidos alimenticios para comercializarlos en ferias organizadas por el Gobierno en barrios y centros laborales.
Tremendo show el que cada día acontece en Tropicana gracias a los modos que han encontrado directivos y trabajadores de mantenerse activos, vitales, sin perder empleo y generando ganancias.
Dicha instalación de Palmares, como la propia Empresa Extrahotelera en esta suroriental provincia, ha sabido adaptarse al cambio, sobrevivir a los impactos causados por la pandemia de la COVID-19 y el recrudecimiento del bloqueo en el sector turístico de Cuba.
Cuando despertó el dinosaurio ya no estaba allí
Maray Durán es ágil en eso de moverse entre las mesas del cabaré cargando bandejas con copas, botellas de ron o de cerveza, y platos con picadas. Aún cuando ha pasado tiempo sin ese entrenamiento no mengua la destreza de sus manos, esta vez en la elaboración de croquetas.
Ella, al igual que otros allí, evade la inadaptación al cambio “para no extinguirse como los dinosaurios”, y asume la filosofía de querer lo que se hace.
“Cuando se detuvo el cabaré muchos pensamos que nos iríamos para las casa, mas no fue así, se aplicaron alternativas para que nadie quedara disponible, y eso se agradece porque una ve lo que ha pasado en otros muchos sectores.
“En mi caso he realizado tareas de limpieza, me fui a la zona roja del seminternado Abel Santamaría del El Caney para apoyar el enfrentamiento a la COVID-19, y ahora estoy en el área de la cocina en la elaboración de productos que son muy demandados”.
Similar historia tienen para contar Yordi Carbonell, Annia Mastrapa y tantos más en el Tropicana, todos comprometidos con los nuevos tiempos y las nuevas misiones, motivados en cada detalle.
“Se ha reforzado el sentido de pertenencia de los trabajadores, comenta Obel Guerra, director de Tropicana Santiago, aunque es innegable que los cambios son siempre difíciles de asimilar y la vida se nos ha transformado en todos los órdenes; laboral y personal.
“No obstante hay motivaciones, una de ellas la celebración de los 30 años del cabaré el próximo mes de agosto”.
Total esfuerzo y resultados se aprecian en el remozamiento de la instalación, la atención a la jardinería, el fomento de áreas de autoabastecimiento agrícola y particularmente la producción de surtidos diversos según comenta el director.
“Semanalmente hacemos unas 20 mil unidades de pan, 5 mil marquesitas, 7 mil pasteles bufet, 12 mil discos de pizzas, 20 mil croquetas, ensalada fría, panqué, caldosa… solo encontramos frenos en las limitaciones que existen con las materias primas, pero es plena la disposición del colectivo para aportar más”.
Seguimiento estricto a la calidad y a la reducción de los costos son aspectos que no se descuidan y en los cuales Lázaro Rodríguez, chef del Tropicana Santiago, es todo un experto a fuerza de sacar cuentas.
“El pollo para las croquetas, por ejemplo, es de producción local, nos lo suministra la finca La Fortaleza, cerca de aquí, en un encadenamiento productivo favorable para ambas parte”.
La puesta en práctica de esas y otras alternativas les deja buenos dividendos económicos que al término del primer trimestre totalizan 3 millones de pesos de utilidades netas.
“Estamos a la espera del análisis que nuestra Sucursal y la Osde realicen para hacer la distribución de un por ciento entre los trabajadores”, acota Obel Guerra.
Dondequiera cuecen habas
La Teressina, Don Antonio, La Taberna Pop, El Barracón… todas las unidades de Palmares Santiago se han ajustado el traje a la medida y puesto en función del desarrollo de iniciativas en tiempos de ordenamiento, pandemia y bloqueo.
Primero fue la comida para llevar a casa y las ventas online, algo a lo que no renuncian, luego vino el fomento de la gastronomía ligera con fórum, intercambio de experiencias y generalización de iniciativas que día a día muestran sus frutos, y finalmente asumieron aquello de que “la montaña fuera a Mahoma” y se adentraron en barrios y centros laborales para acercar más las ofertas a sus clientes con ferias de fin de semana.
“Se realizan en coordinación con el Gobierno a nivel provincial, municipal y los Consejos Populares”, precisa el Dr. C. Joaquín Mock Díaz, director general de Palmares Santiago, y la satisfacción, así como la demanda, crecen continuamente”.
Claudia Gutiérrez, en el reparto Altamira, o Maricela Moro, residente en el poblado de El Caney, son dos de las santiagueras que se declaran fanáticas a las ferias de Palmares en los barrios; la primera pondera la calidad del helado y la ensalada fría; la segunda la de los panes y dulces, en tanto coinciden en lo razonable de los precios.
“Muy lindo que exhiben todo, con buen gusto e higiene, los dependientes con guantes y nasobuco, desinfectando constantemente el área, están llenos de detalles que se agradecen”, asegura Claudia.
Motivados en su quehacer los 962 trabajadores de Palmares Santiago, colectivo Vanguardia Nacional y Proeza Laboral, enfrentan día a día las limitaciones con los recursos, único freno a sus ansias de aportar más, “pero no renunciamos a ninguno de nuestros sueños, comenta Rafaela Matos, secretaria general del buró extraterritorial.
“Es un escenario sin precedentes, complejo, y en medio de él salimos del confort de nuestras unidades, nos vamos a las comunidades, hacemos gestión de venta, le facilitamos al pueblo la compra de alimentos de calidad, y en medio de todo alcanzamos utilidades, entonces quién lo duda? Sí se puede”.
Acerca del autor
Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.