Aniversario 60 de los círculos infantiles (Especial)

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El amor, primera condición

S la hora del juego en el círculo infantil Osito Misha, ubicado en el Con­sejo Popular de la demar­cación de Santiago de las Vegas, del municipio de Boyeros. En el espa­cioso patio algunos niños se desli­zan por la pequeña canal, mientras los demás realizan otras activida­des. Se respira orden y armonía, como si se estuviera en familia.

El amor de los niños es para Marlén la alegría de su vida. En el Osito Misha, su único centro laboral. Foto: Agustín Borrego
El amor de los niños es para Marlén la alegría de su vida. En el Osito Misha, su único centro laboral. Foto: Agustín Borrego

La instalación forma parte de las mil 86 de este tipo que existen en el país, cuya función esencial es cuidar y educar a los pequeños de las madres trabajadoras, y vale resaltar que no han cerrado sus puertas en tiempos de COVID-19.

Yania Carmenate, su directora desde el año 2003, mucho ha tenido que ver en el buen desempeño del centro, apoyo que ha encontrado en el administrador Michel Suá­rez. Para ambos la comunicación y la confianza han sido el método más efectivo para llevar adelante el quehacer de la institución, con una matrícula de 201 pequeños, en estos momentos asisten como pro­medio entre 70 y 80 niños por la si­tuación epidemiológica.

En el colectivo —integrado por 36 docentes y 19 no docentes— se destaca Marlén González Álvarez, Máster en Ciencias de la Educa­ción, Mención Prescolar, quien en el Osito Misha inició su vida labo­ral y ya acumula 35 años de tra­bajo.

Vive muy cerca del círculo, pero cuando residía en Quivicán era también de las primeras en lle­gar. Profesional en su labor, amo­rosa, solidaria y amiga de sus com­pañeras, comprensiva y siempre atenta a los reclamos de los padres. Así es ella, “a quien lo que le falta de tamaño le sobra en ejemplari­dad, honestidad y consagración”, según la definió Idairis Fonseca, metodóloga integral del municipio, al referirse a su baja estatura y a la grandeza de su espíritu.

En la foto, Marlén junto a la directora Yania (a la derecha). Foto: Agustín Borrego
En la foto, Marlén junto a la directora Yania (a la derecha). Foto: Agustín Borrego

Desde muy jovencita Marlén supo que su destino estaría vinculado, de cierta forma, a la educación. Su juego preferido era la escuelita y andaba rodeada de los niños del barrio. Así cuando tuvo que escoger el camino no lo dudó y optó por ser educadora de círculos infantiles. Se graduó en 1985, y en el Osito Misha ha cum­plido todos sus sueños, incluso los de superación.

La directora del círculo la con­sidera su mano derecha. “Marlén tiene una evaluación de MB por su desempeño, participa en concur­sos de habilidades, investigaciones científicas, mantiene una positiva relación emocional-afectiva con los niños de segundo año de vida (su espacio cotidiano), su tono de voz es mesurado y su vocación in­cuestionable”.

Y a continuación agregó: “Es la encargada de preparar al personal docente que trabaja en la primera infancia, en la edad temprana (de uno a dos años); imparte talleres metodológicos, tanto a nivel de centro, de Consejo Popular y de municipio. Por todas estas razones siempre cuenta con el apoyo de los padres”.

Una vida dedicada a los círculos infantiles resume el que­hacer de Marlén. “Es imprescindi­ble amar la profesión —resaltó—, solo así son posibles los resulta­dos, hay que querer y sentir por los niños, es una condición indis­pensable”.

Mientras cuenta vivencias del tiempo transcurrido en el centro los sentimientos afloran. “El Osi­to Misha es algo muy grande, es mi casa, mi segunda familia. Amo este espacio, a mis compañeras, al colectivo. Nosotras somos cinco en el salón y si hay una tarea, un problema, es de todas; de la mis­ma manera compartimos las ale­grías. ¿La jubilación? Llegará un día, pero estoy segura de que me voy a reincorporar, el trabajo me da vida”.

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Elvira, entre las fundadoras

Al hacer un recuento del nacimiento de los círculos infantiles en nuestro país es necesario rendir tributo a las fundadoras, mujeres sencillas, de pueblo, que dieron lo mejor de sí para llevar adelante esta mag­nífica obra. Elvira Rodrí­guez Rodríguez fue una de ellas, a quien la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) rescató del oficio al cual se dedicaba su madre, la la­vandería.

Así muy jovencita, ella comenzó a trabajar en el círculo infantil Fulgencio Oroz y luego la vida la llevó a otras instituciones similares.

Primero se formó como educadora y años después obtuvo el título de licen­ciada en Educación, en la especialidad de prescolar. Laboró en varios centros internos hasta que llegó al jardín de la infancia El Mambisito, en el municipio de Arroyo Naranjo, donde se jubiló con 75 años, hace solo dos. “Los niños son mi vida”, señaló a cada instan­te durante la breve entre­vista, en la que no faltaron las anécdotas y las emocio­nes. Comentó las palabras de los pequeños que le pro­fesaban un gran cariño y no comprendían por qué la buena seño se iba a jubilar, y las de muchos padres que en todo momento le agra­decían el amoroso actuar hacia sus hijos. Hoy Elvira vive feliz en su hogar, le re­gocija saber que la obra que ella contribuyó a construir está viva y para siempre.

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Breve historia

El próximo 10 de abril los círculos in­fantiles festejarán sus seis décadas de vida. Gracias a su creación las cubanas tuvieron la posibilidad de incorporar­se masivamente al trabajo y profesio­nalizarse en las más disímiles ramas del saber y el conocimiento. Los tres primeros fueron: Ciro Frías (Arro­yo Naranjo), Fulgencio Oroz (Diez de Octubre) y Camilo Cienfuegos (Centro Habana). Vilma Espín Guillois fue la principal impulsora de materializar la idea, propuesta por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. La Federación de Mujeres Cubanas (recién nacida en aquellos momentos) puso en prácti­ca múltiples iniciativas para recaudar fondos, entre estas la celebración de fe­rias, tómbolas y la emisión de sellos e impresión de postales.

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