A través de artículos periodísticos, crónicas y otros relatos, José Martí expresó conceptos y criterios sobre la ancianidad en los cuales puso de relieve su afecto y respeto por aquellas personas que arriban a esa etapa de la vida a la cual llamó el “encanto que tienen los cabellos blancos”.
Consideraba al respecto que a los ancianos “se les ve como a veteranos gloriosísimos que vuelven heridos de una gran campaña” y agregaba que “aun cuando hablen con voz trémula y andan con paso tardo, se les ve como a titanes”.
En una carta dirigida a María Mantilla, el Apóstol de la Independencia de Cuba emplea otra bella imagen cuando afirma: “Sufrir bien, por algo que lo merezca, da juventud y hermosura. Mira a una mujer generosa: hasta vieja es bonita, y niña siempre.”
Absoluta importancia le concedió a las enseñanzas de los ancianos cuya voz -dijo- “tiene algo de los otros mundos: tiene algo de religión, de paz no humana, algo de revelación y profecía. Se tiene como una garantía de consuelo en las palabras de un honrado anciano”.
Al decir de nuestro Héroe Nacional, los años santifican y embellecen. Por eso valoraba que “cuando habla un anciano, el alma descansa, confía, espera, sonreiría si tuviera labios, y parece que se dilata en la paz”, y a esas personas de blanca cabellera les llamaba “patriarcas”.
En su crónica Músicos, poetas y pintores, publicada en la revista La Edad de Oro, Martí advertía que “cuando no se ha cuidado del corazón y la mente en los años jóvenes, bien se puede temer que la ancianidad sea desolada y triste”.
Consideraba, asimismo, como algo muy bello el hecho de amar a nuestros ancianos y señalaba que el respeto hacia ellos es “un dulcísimo placer”. Refirió que “a fuego lento se les ha ido blanqueando, como la corteza al hierro en la fragua, los cabellos…”, como apuntó en un artículo titulado Los recuerdos de un octogenario
Entre las cualidades de estos hombres y mujeres igualmente expresaba que “son como ornamentos y la mejor fuente de fuerzas de la vida”. Los catalogó como “monumentos que andan” y aconsejaba que “en la calle nos debíamos quitar el sombrero cuando pasan los ancianos”.
Con esas y muchas otras frases de admiración y ternura, nuestro José Martí patentizó su más elevado amor y reconocimiento hacia quienes han arribado a esa etapa de la vida: la ancianidad.
Acerca del autor
Graduado de Licenciatura en Periodismo, en 1976, en la Universidad de La Habana. Hizo el servicio social en el periódico Victoria, del municipio especial isla de la Juventud, durante dos años.
Desde 1978 labora en el periódico Trabajadores como reportero y atiende, desde 1981 temas relacionados con la industria sideromecánica. Obtuvo premio en el concurso Primero de Mayo en 1999 y en la edición de 2009. Es coautor del libro Madera de Héroes.