Omara queridísima

Con Omara Portuondo canta Cuba. Y pocas le han cantado a Cuba con la auténtica gracia, la fina sensibilidad con que lo ha hecho ella. Lo ha dicho muchas veces: se siente y se sabe tan cubana como las palmas. Y de aquí no se ha ido, a pesar de la cantidad de puertas que se le han abierto en el mundo.

Omara ha sido presencia permanente en su cultura. Permanente y significativa, porque su voz distingue épocas y estilos de la cancionística nacional. Su extraordinaria musicalidad, la belleza de su timbre, el elegante fraseo, la ductilidad, la capacidad para las variaciones, su carisma en el decir… la convierten en una de las mejores intérpretes del repertorio popular cubano.

Y a eso hay que sumar su larga trayectoria, que nunca ha tenido puntos muertos. Uno revisa la discografía esencial de la música cubana de los últimos 60 años y ahí está Omara. Junto a las inolvidables Elena y Moraima, junto a los grandes compositores y orquestas, o solo ella y una guitarra, en descargas más o menos espontáneas, un formato en el que siempre se ha sentido a su gusto.

No hemos asistido a la decadencia de una artista, porque ella se ha sabido reinventar siempre. Ha sido embajadora del arte cubano en el mundo entero. Pero su mérito mayor es encarnar el espíritu juguetón y sentimental de la música de este país. Ella es reina y servidora de ese patrimonio. Lo habita, como si lo respirara, como si le corriera por las venas.