Cuando el pasado 12 de septiembre se informó que la provincia de Holguín reportaba un caso positivo a la COVID-19, la preocupación colectiva no se hizo esperar. Tampoco tardaron las medidas restrictivas para dominar la situación. Sin embargo, con la noticia llegaba una inexorable verdad: El coronavirus regresaba al territorio después de más de 130 días sin reportes de infección.
La nueva realidad ponía en el centro de atención, lamentablemente, al joven de 33 años Rubén Darío Sánchez Silva, reportado de grave en aquellos momentos. Las comorbilidades que presentaba, como hipertensión, asma, diabetes y neumonía, comprometían su salud.
Sobre aquellas jornadas difíciles, comentaría el paciente: “No tenía idea de mi gravedad. Experimentaba cosas que nunca había pasado, como estar ingresado, necesitar oxígeno y sueros y tener equipos conectados”.
Mas con el paso de los días una nueva noticia generó tranquilidad sobre la salud del paciente índice de Holguín. Un Rubén Darío repleto de gratitud salía de alta clínica del Hospital Militar de Holguín Fermín Valdés Domínguez. La frase de ¡gracias! brotaba de su boca constantemente, mientras su mano derecha se posaba justo encima del corazón.
Motivos de una gratitud eterna
Aquellos gestos frente al centro asistencial holguinero, sin embargo, fueron solo una pequeña muestra del inmenso agradecimiento que siente el joven para con los médicos que le atendieron. Hay que escucharlo (ya desde su casa y móvil mediante) para saber cuánto admira y reconoce al equipo que luchó por su vida.
Habla vehementemente de los primeros galenos que lo atendieron en el municipio de Cacocum, cuando ni por casualidad sospechaba tener coronavirus; de los que continuaron su atención en el Hospital Lenin y de quienes se convirtieron prácticamente en su familia durante su estancia en el Clínico Quirúrgico Lucía Íñiguez, al punto de acompañarlo hasta el final de su posterior ingreso en el Hospital Militar, centro al que también reconoce infinitamente.
Lamenta no conocer los rostros de sus salvadores, pero tiene grabado sus nombres: los doctores Jorge Rojas y Jorge Puig, la doctora Lisandra, del municipio Frank País y los enfermeros Beto, Efraín y Cheilin. También alimenta la idea de poder conocerlos sin nasobuco mediante.
“Estuve tres noches en la sala de terapia intensiva del hospital Clínico con un equipo de médicos que se convirtió en mi familia. Luego me comunicaron que tenían que trasladarme al Hospital Militar, pero lo que más me conformó era que me iba con todos ellos.
“Sentía que ellos me habían salvado y quería continuar bajo sus cuidados. Fueron mi familia, te lo aseguro; son tan atentos a la hora de atender a un paciente que tú sientes que estás en la casa. En un lugar que no puedes tener acompañantes, ellos fueron mi apoyo”, asegura.
La devoción del personal médico y la calidad de los medicamentos cubanos obraron el milagro. Rubén Darío manifiesta que tras salir positiva también la segunda prueba de PCR, le impusieron los tratamientos con sueros y retrovirales. “Después me pusieron el fármaco cubano CIGB 258, muy bueno, y al otro día ya sentí la mejoría y pudieron bajarme el nivel de oxígeno para respirar. Ese medicamento me sacó del estado en que estaba”, manifiesta.
Incertidumbres de un paciente índice o la COVID-19 puede estar en cualquier lado
Los peligros que trajo el nuevo coronavirus a la vida de Rubén Darío se unieron a la incertidumbre que sentía por no imaginar, en el primer momento, cuál era la fuente de infección. Asegura que se “rompía la cabeza” pensando donde pudo contagiarse, máxime cuando no había salido de la provincia ni mantenido contacto con alguien proveniente del exterior.
Posteriormente, tras pensar en cada cosa que había hecho en los últimos días, afloró una hipótesis sobre su contagio y la reaparición de la COVID-19 en Holguín. Después de pesquisas médicas, todo apuntó hacia un bar de la Ciudad de los Parques, al cual asistió el 25 de agosto, día en que se presentó un humorista proveniente de La Habana.
“Sucede que el 25 de agosto mi esposa y yo cumplíamos cinco años de relación; yo le había regalado un anillo de compromiso ese día y quisimos salir a celebrarlo. Primero fuimos a comer al restaurante 1910 y luego al bar Shambalá a reunirnos con unos amigos. Más adelante, el 29 de agosto fuimos a otro restaurante de la ciudad para celebrar el cumpleaños de mi hermana. Esas fueron mis únicas salidas”.
Pero más allá de ello, la experiencia que se lleva Rubén es que, ante la COVID-19, todo cuidado es poco. “Lo primero es no pensar que nunca va a llegar a ti, que no te va a tocar. Yo veía a Francisco Durán y a las noticias de la televisión sobre la COVID-19 en otros países. Incluso tengo amistades en el exterior y cada vez que nos comunicábamos yo les pedía que se cuidaran mucho. Pero no imaginé que yo iba a contagiarme”.
Satisfactoriamente, la historia de Rubén tuvo un buen desenlace. Ya en su hogar, junto a su esposa y a su pequeño hijo Owen Darío, los días tienen otro color. Sin embargo, el holguinero mantiene las medidas sanitarias y un estricto distanciamiento de sus familiares, que por suerte nunca resultaron positivos a la enfermedad.
“Hay que tomar conciencia entre todos. Es verdad que hay que salir de la casa a lo imprescindible, pero hay que pensar que en el hogar podemos tener a una persona mayor o a un niño. Hay que pensar que nos puede dar a nosotros y a nuestras familias”, destacó como mensaje final y con la propiedad de quien habla, tristemente, con conocimiento de causa.