Que enfrentarán nuevos desafíos, lo saben ellos, ellas; lo sabe Cuba. Y que si se trata de salvar, nada temen, lo sabe el mundo. Portan una bandera: la cubana; un nombre: el de Henry Reeve, y esas batas inconfundibles que los delatan tal cuales: vencedores.
La televisión mostró sus rostros: semblantes jóvenes; miradas escrutadoras, como se mira cuando se está a punto de enfrentar el peligro. Pero allá, en el reino de Eswatini, hay gente amenazada por la COVID-19. Han muerto algunos; otros podrían morir igual.
A Cuba, en busca de auxilio, dirigió su solicitud la nación, pequeña nación: pobre, hermana, africana. Hacia allá partió otra brigada médica, la número 39 que sale desde la Isla, para espantar la pandemia y la muerte en un pueblo hermano. Son diez especialistas integrantes del contingente Henry Reeve, que se sumarán a los nuestros que ya se encuentran allí. Llevan la decisión de vencerlo todo: a la muerte; a las calumnias; al odio de ciertos conocidos farsantes.
¿Por qué será a Cuba a la que solicitan ayuda? Lo saben bien quienes hacen de todo por denigrar el gesto noble; quienes no cesan en el afán de tergiversar el prestigio de los médicos y la Medicina cubana. Que lo expliquen, si es que pueden, los que de cada intento salen tan mal parados.
Todo será distinto allá, en Eswatini. En aquella orilla del mundo, las costumbres, el idioma, el clima y hasta el horario son diferentes. Pero en los galenos nuestros la humanidad, el espíritu, la decisión de salvar, de hacer el bien, son las mismas. A eso sí están acostumbrados.
(Tomado de Granma)