Cinco estudiantes, menores de edad, murieron en la provincia de Homs, en Siria, por la explosión de un coche bomba que plantaron extremistas islámicos. Y no es que el acontecimiento resulte extraordinario. Hace un tiempo que este tipo de acontecimientos dejaron de ser extraordinarios en ese país.
Hace un tiempo que en Siria se llora por los seres queridos asesinados, que las balas y las explosiones derriban gente y construcciones. Hace un tiempo que en Siria la muerte y las tristezas van en los vientos y que la sangre hace dibujos trágicos sobre el asfalto.
Un número grande de civiles sufrieron heridas en el mismo incidente en el que murieron los estudiantes. En los últimos meses, han aumentado los atentados de los extremistas islámicos contra objetivos civiles. Han sido atacadas las escuelas y los transportes escolares. Ha habido decenas de víctimas mortales.
Los obuses vuelan y se estrellan contra los civiles sin distinciones de edad, dejando los fragmentos desperdigados, los cuerpos que no andarán nunca más las calles de Aleppo, de Homs o de Damasco. Cualquiera puede ser un objetivo en Siria. A cualquiera puede embestirlo un proyectil, impactarlo un obús.
A nueve niños los mató un obús de mortero cuando viajaban en un transporte escolar. En la zona de Kassaá, otro impacto dejó 11 menores heridos en la escuela elemental San Juan Damasceno.
Damasco ha denunciado repetidamente este tipo de actos ante la ONU. La cancillería siria dijo que los atentados indiscriminados contra la población se volvieron una preferencia de los armados para asesinar civiles.
En un documento, la cancillería explica que esas acciones de claro terrorismo privan a los niños de uno de los esenciales derechos humanos que es el de la educación, y afectan las mentes de los menores que sobreviven. Además instó a la comunidad internacional a pedir cuentas a los países que apoyan a los grupos terroristas en Siria.
Solo los sirios pueden decidir su destino, dijo el canciller iraní, Mohammad Javad Zarif, en una rueda de prensa junto a su homóloga italiana, Emma Bonino.
A Siria entran los grupos armados desde el exterior. Sus filas las engrosan decenas de miles de extranjeros a sueldo, que persiguen derrocar al presidente constitucional Bashar Al Assad.
Repito que lo que pasa en ese país ya dejó de ser extraordinario. Lo extraordinario es que una solución demore tanto o que se pueda hoy escribir de sosiegos al referirse a los sirios, al referirse a Siria, porque la quietud en Siria se ha vuelto verdaderamente extraordinaria.