Julia Mendoza Alzugaray es una mujer que prefiere escribir su propia historia. Ha sobrevivido a enfermedades, “a cosas duras de la vida” y casi sola siempre ha salido adelante. Pero el 29 de abril sus valentías se perdieron y sus miedos volvieron.
Ella se quedó sin un techo y unas paredes para vivir. La casita, su casita, que tanto quería reparar, por la cual rellenaba papeles para lograr el subsidio deseado, no aguantó los aires de la tormenta local severa que afectó al municipio camagüeyano de Florida.
Otras nueves viviendas del Consejo Popular Argentina, el mismo que acababa de cerrar la cuarentena por la Covid-19, corrieron igual suerte y más de 400 instalaciones sufrieron daños parciales.
La solución, una casa nueva
“Ese día, cuenta Julia, estaba cocinando. Sentí un ruido muy fuerte y pensé que era un tren que se había descarrilado, así que salí corriendo y vi como se caían las matas, mi techo y la casa. Es verdad que estaba malita, pero era mi casa”.
A la abuela de Aliesky Cervantes Ramos le pasó algo similar. “Ella estaba sola, imagínese el susto, explica el nieto. Comenzó aquello y el caballete se perdió, así como un lado de la casa”.
En una misma cuadra tres viviendas fueron destruidas totalmente. La desesperación hacía mella. Pero, como todos recuerdan, las palabras de aliento de las autoridades elevaron la esperanza.
Cuando Miguel Castellanos Consuegra, jefe del grupo de ejecución de la brigada número dos de Construcción y Montaje llegó a Florida a inicios de mayo, poco quedaba de aquellos hogares.
A él y sus 20 hombres les dieron la tarea de construir tres viviendas. “Llegamos y de inmediato nos pusimos a trabajar, señala Miguel. Queríamos entregarlas lo más pronto posible, así que veníamos desde las cinco de la mañana y nos íbamos con las últimas luces del día. Aquí no se descansó ni el Día de las Madres.
“Tampoco nos han faltado materiales para levantar una con el sistema Sandino y las otras de mampostería. Y los propietarios, así como el resto de los vecinos también han estado ahí junto a nosotros levantando paredes, preparando mezcla, con el buchito de café o el plato de comida”.
La casa número 207, la de Julia, fue la primera en terminarse. Y ella está feliz, contenta, no puede creer que una tormenta le haya dejado como regalo una casa tan buena, tan cómoda.
Porque este es mi pais, el de la solidaridad y el humanismo, el que no abandona a su gente. !Muchas Gracias!