Después de sufrir un accidente que le costó perder el brazo izquierdo a la tierna edad de 20 años, Karla Mariño pensó que ya no tendría posibilidad de realización personal y profesional; casi 11 años después y con una prótesis de uso cosmético, cortesía del Laboratorio de Ortopedia Técnica Docente Cuba-RDA, ha logrado vislumbrar otro futuro en el que la ausencia de una extremidad no la define como mujer.
Hoy trabaja en una empresa de comercio exterior y se encuentra en plena forma física e incluso espera mejorías gracias al proyecto Cuba en Movimiento, una colaboración entre la empresa alemana Ottobock, (líder mundial en el equipamiento para pacientes con discapacidad), y el Ministerio de Salud Pública de Cuba.
Pronto Karla será beneficiaria de un apéndice mioeléctrico, que funciona a través de estímulos transmitidos mediante los músculos del brazo hacia los sensores del artificio, lo cual le permite su flexión, agarrar objetos y le ofrece mayor movilidad.
Junto a otros seis pacientes, aguarda con ansias la terminación de la situación epidemiológica, puesto que la implementación de los miembros tecnológicos estaba proyectada para el pasado mes de abril, antes de que estallara la COVID-19.
A lo largo de una década, Karla, natural del municipio del Cerro, ha portado varias prótesis y asegura que siempre han ostentado calidad y se siente cómoda con la actual, que solo posee fines estéticos. Opina que las mejoras nunca están de más. “Si esta me ayuda muchísimo, la otra será aún mejor”, afirma.
“Cuando salí del hospital me mandaron a fisioterapia y luego acá. El cuidado que he recibido ha sido el mejor. El período de obtención del aditamento fue un poco tardío porque tuve que rehabilitarme para poder usarlo, pero no por cuestiones de fabricación. En alrededor de una semana estuvo listo”, asevera.
“Aunque no se considere como tal, para mí este es un producto de primera necesidad, porque no salgo a la calle si no es con la prótesis. Estoy muy agradecida por el tratamiento y es positivo que el Laboratorio siga funcionando a pesar del coronavirus, debido a las emergencias que pueden surgir a cualquier persona con discapacidad o que necesite mantenimiento de los productos”, dijo.
Por otra parte, Ernesto Serrano ensamblaba radios y televisores antes de la enfermedad que le quitó las dos piernas. Su pasión era practicar deportes, y luego de padecer la llamada fiebre del caballo en 1985 pensó que “no podría ser más nadie en la vida”.
Sin embargo, hay que verlo en ropas de trabajo que cubren sus prótesis inferiores “dando machete” desde horas tempranas.
“Con la ayuda de psicólogos, médicos y amigos me fui fortaleciendo, y a los seis meses comencé la rehabilitación. Luego llegué a Cuba-RDA, donde me hicieron las prótesis, de yeso primero, para empezar a caminar. Me adapté a estas y me sentía fuerte para trabajar. No quise perder el vínculo laboral, así que me hice zapatero”.
El tesón lo llevó a solicitar en el año 2004 un sector de tierras que el Estado cubano brindaba a quien estuviera dispuesto a hacerlas rendir frutos. A partir de su otorgamiento Ernesto decidió incorporarse a las labores en la agricultura. Y aunque sus conocidos lo tildaron de loco, 16 años más tarde, atiende cuatro hectáreas como jefe de la cooperativa Camilo Torres, de Calabazar.
Este guajiro terco se levanta cada día a las cinco de la mañana para atender su finca, y nada fue impedimento para que se casara y tuviera cuatro hijas. Hoy manifiesta sentirse feliz con el precio de las prótesis que tanto necesita.
“Sabía que podía porque estaba fuerte y tenía juventud. Trabajo, me siento bien y le doy gracias a la Revolución por darme la oportunidad de ser útil y hacer mi vida normal”.
Los testimonios dicen por sí solos, y cuentan historias de fortaleza, superación, disposición… Tras ellos, la labor del personal médico habla, asimismo, de compromiso, empatía, presteza…
En el Laboratorio se percibe la camaradería entre los integrantes del equipo, y la interacción con los pacientes. A algunos de ellos, sobre todo a quienes les hacen falta las prótesis, se realizarán las reparaciones, recambios y actualizaciones en esta institución, de por vida. No es extraño que aflore entonces, en el trato con los técnicos y especialistas, la cordialidad tan típica del cubano, que pronto se traduce en familiaridad y cariño.
El Laboratorio de Ortopedia Técnica Docente Cuba-RDA no solo suele ser catalogado por sus directivos como un hospital sin camas, donde proporcionan a sus pacientes el impulso para avanzar, sino también se transforma en esa imprescindible propulsión espiritual que requieren los beneficiarios de sus servicios para integrarse a la sociedad.