El acuerdo preliminar sobre el programa nuclear iraní suscrito en Ginebra el 24 de noviembre último por las autoridades de Teherán y el denominado Grupo 5 + 1 (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y el Reino Unido, más Alemania) revela que, al menos, el camino del diálogo para resolver las diferencias se ha abierto paso, esta vez por encima de la tradicional retórica belicista.
A pesar de la negativa de la Unión Europea (UE) a retirar las sanciones económicas contra el país persa y de la histérica reacción y las amenazas del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, opuesto a esas negociaciones, la mayoría de los gobiernos del planeta ha acogido con beneplácito el éxito de las conversaciones que condujeron a este arreglo en favor de la paz.
El pacto, considerado por la comunidad internacional un importante paso de avance hacia la solución pacífica y diplomática del diferendo sostenido por las potencias occidentales con Teherán, deberá ser implementado a partir de enero del 2014 y prevé la reducción del enriquecimiento del uranio iraní a un 5 % (hasta ahora se enriquecía al 20 %) y en correspondencia, el levantamiento paulatino de las severas de sanciones políticas, económicas y financieras impuestas, que han causado un considerable perjuicio a la economía y al nivel de vida de la población del país.
Tiempo atrás, era improbable que un compromiso de esta índole, calificado por Rusia “como una victoria para todos”, pudiera concertase de forma mutua, debido a la intransigente e injerencista política de Estados Unidos y sus aliados respecto al desarrollo nuclear de Teherán, no obstante el derecho que le asiste avalado por el reconocimiento de Naciones Unidas a ese ejercicio.
La acogida dada a este arreglo y sus perspectivas futuras alientan la posibilidad de que se abran nuevos cauces a soluciones diplomáticas y reduzcan el tenso clima de confrontación que ha signado el rechazo imperialista al proyecto energético de la República Islámica, y que tanto el grupo europeo, como Israel y los aliados de Washington en el Oriente Medio han mantenido como medida de presión al Gobierno persa.
En la génesis de este logro se perciben las bases del programa político del nuevo presidente de Irán, Hassan Rouhani, encaminado a mejorar las relaciones con Occidente y librarse de sus sanciones, sin renunciar al programa nuclear, encaminado a desarrollar la economía del país, Esta postura ha armonizado con la exitosa participación rusa, así como un aparente cambio de rumbo de la Casa Blanca en cuanto a lograr por medios no belicistas resolver un contencioso que podría derivar en un conflicto armado, capaz de extenderse a toda la ya convulsa región mesoriental.
Al margen de las posturas adversas de los sectores ultraderechistas del Congreso, del Comité de Asuntos Políticos de Estados Unidos y la reacción del lobby israelí, secundado por la postura de Tel Aviv, de forma mayoritaria las negociaciones han sido acogidas con expectativas y mucho beneplácito en el escenario mundial, aunque deberán recorrer todavía un camino plagado de escollos para lograr sus objetivos.