Desde que el 23 de marzo se habilitó la residencia estudiantil Fermín Valdés Domínguez, perteneciente a la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, en el municipio del Cotorro, como el primer centro de aislamiento para la vigilancia epidemiológica de los viajeros que retornan al país, el personal que allí se encarga de gestionar todo el proceso de prevención a la COVID-19 no ha tenido días de descanso ni contacto con sus familiares o con “el exterior”.
Así le llaman al mundo colindante con los límites de las vallas perimetrales que rodean el inmueble, y que les está vetado desde hace varios días a estos cinco médicos, 16 enfermeras, el equipo de apoyo propiciado por el gobierno y el Partido en la capital, y los restantes trabajadores de la institución.
Ellos recibieron a los primeros internos en la madrugada del 24 y entre controles, charlas educativas, monitoreo de signos vitales e higienización diaria se abstraen de todo asunto ajeno a la tarea acuciante que hoy les compete para concentrarse en ofrecerle al recién llegado la mejor relación seguridad-confort en los 14 días reglamentarios del período de aislamiento.
“La esencia del centro es proporcionar un nivel de comodidad necesario para garantizar una vigilancia epidemiológica adecuada durante las dos semanas posteriores a su arribo al país, que es el período que nos va a permitir identificar signos y síntomas ante la sospecha de un posible proceso respiratorio”, explicó la doctora Nuria Rivero Martínez, directora de la residencia.
El agotamiento es visible en los rostros de estos héroes con batas, pero lo superan su compromiso contra la enfermedad y el conocimiento de que hacen “una labor tanto humanitaria como necesaria para el país y el mundo”, aseveró el doctor Fernando Zurita, director adjunto para la asistencia médica en el centro.
Cuatro torres de alojamiento, cada una con tres salas y estas a su vez compuestas por cinco habitaciones y una batería de baños componen el lugar, además de una cafetería de la empresa Palmares donde se ofertan refrigerios y líquidos; y varios consultorios médicos, entre ellos el ubicado en la planta baja en la que se realiza el recibimiento.
Aunque posee una capacidad total de 650 personas, el centro de aislamiento pretende mantener un máximo de seis viajeros por habitación para garantizar las distancias que eviten la propagación del coronavirus.
“Desde el aeropuerto internacional José Martí los viajeros son trasladados hacia acá y recibidos en una consulta que se encuentra en un área de espera. Nos reunimos con ellos a una distancia prudencial, les explicamos las características del centro, su localización y las normas y medidas de seguridad a cumplir.
“Luego se les registra y en un tercer momento indicamos dónde se realizará la custodia de su equipaje y los conducimos al área de alojamiento, donde son controlados epidemiológicamente”, puntualizó Zurita.
Al llegar reciben un módulo básico que abarca ropa de cama, toalla, frazada, papel higiénico, pasta dental, cepillo de dientes y jabón. Igualmente se les garantiza una alimentación suficiente y balanceada de tres comidas y una merienda al día, compuesta por todos los nutrientes de los grupos alimentarios.
En cada piso existe un personal de salud que chequea el uso obligatorio del nasobuco en todo momento, así como los signos vitales de estos pacientes tres veces al día. Además, se habilitó una consulta médica que funciona las 24 horas en caso de que un viajero presente otros síntomas no relacionados con la COVID-19.
Es importante aclarar que quienes se alojan en la institución no se consideran enfermos, sino personas con riesgo de ser portadores sintomáticos o asintomáticos del coronavirus. En caso de aparecer alguna sintomatología respiratoria son catalogados como sospechosos y aislados en un área habilitada para su observación a la espera del transporte que los trasladará hacia el Hospital Militar Luis Díaz Soto u otro centro sanitario. A la salida del paciente se desinfesta meticulosamente el local.
Gracias al pronto accionar del gobierno la institución cuenta con todos los insumos necesarios: termómetros, guantes, nasobucos, y consulta médica con espacio para aislamiento y las soluciones para el proceso de higienización diario en los puntos de acceso limítrofes con el área de confluencia de viajeros.
No solo ellos se encuentran en vigilancia epidemiológica durante el aislamiento. El equipo profesional que en este instante se halla dentro de la instalación —será relevado por otro que actualmente se prepara para la tarea—, pasará un tiempo equivalente en otro centro de observación. Esta vez, como posibles portadores.
Quienes se interponen hoy entre la COVID-19 y la población cubana, enalteciendo el sistema de salud nacional, pasarán otra quincena fuera de casa, lejos de sus seres queridos. Aun así, se contentan con la certeza de un trabajo bien cumplido y con las llamadas telefónicas y mensajes de apoyo de los amigos y la población en el exterior, que diariamente muestran su preocupación y resaltan la intrínseca cualidad humanitaria de lo que estos héroes hacen, “por los principios que nuestra Revolución siempre ha promovido”, enfatizó la doctora Nuria Rivero.
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