Desde que en la efervescencia de su niñez comenzó a hacer sus primeras incursiones en el arte de pintar, Ernesto Bejarano Ruiz (La Habana, 1999), quien también en esa época demostraba excelentes dotes para la actuación escénica, se propuso trascender en el complejo universo de las artes visuales, empeño que le ganó, primero, matricular en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro (2014- 2018) y posteriormente en la Universidad de las Artes (Instituto Superior de Arte), donde desde el pasado año inició sus estudios, para emprender una carrera en ascenso, en la que optó por trascender dentro del abstraccionismo.
Con cerca de diez exposiciones personales y unas 15 colectivas, este muchacho formado en el seno de una familia de reconocidos creadores de la plástica insular, está en camino de fomentar un estilo muy propio, a través del cual, en sus diferentes series creativas, hemos podido disfrutar de varios y progresivos estadios puros de su conciencia —o inconsciencia— para definitivamente sumergirse en un alucinador empeño por revisar, enjuiciar y comentar determinados asuntos que tienen que ver con su memoria individual, evocándola a través de sugerentes ensayos pictóricos que remueven su pasado más reciente.
Bien se sabe que la pintura es uno de los ejercicios humanos más solitarios que existe, y que a través de ella muchos artífices, como Ernesto, emprenden una suerte de introspección en la que se fusionan los recuerdos y la imaginación, simbiosis de la que finalmente emergen composiciones que como sentencias muy personales, concebidas en trazos y tonos, se plasman en los cuadros.
Tales designios caracterizan la actual exposición de este joven artista que bajo el título de Paisajes galácticos expone en una de las galerías (bajos) del Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseños de Luz y Oficios, en La Habana Vieja, donde a través de unas 15 obras de medianos formatos abre su mundo interior para que el espectador pueda conocerlo y establecer con él un determinado grado de intimidad. Con tal fin lo convoca a entender, sobre la base de la experiencia y conocimiento del otro, su mirada pictórica hacia la (su) realidad mediante el sugerente lenguaje de las formas y los colores.
De tal comunicación, el artista propone al receptor una multiplicidad de miradas que, aparentemente desconectadas del mundo real, cada cual puede enriquecerlas desde diferentes ángulos de visión de las piezas.
“Mi obra es una fusión hacia el tema de la memoria, que siempre ha estado presente en toda mi creación, donde intento, a partir de la tergiversación del mundo real, deformarlo y perder toda la perspectiva. Estos paisajes expresionistas son la realidad de mi estado anímico y espiritual. Un excelente recordatorio de que es la mirada que cada uno de nosotros tiene sobre las cosas”, expresa el artista en las palabras del catálogo de la muestra.
En esta nueva serie de pinturas —también incursiona en la escultura— , de algún modo da continuidad a su anterior producción titulada Paisajes globales (2018), en las que Ruiz —como firma sus cuadros— le adjudica especial importancia a la ubicación de los elementos y el uso de técnicas o materiales alternativos —apropiaciones— que coadyuvan a las formulaciones de las tesis de cada uno de sus cuadros, evidentemente anclados a distintos sentimientos humanos, entre ellos la soledad, el miedo, la alegría, la tristeza…, proyectos en los que —a diferencia de determinados creadores abstractos que eluden este importante detalle— la estudiada selección de los títulos funciona como elemento imprescindible para el mejor entendimiento de los discursos iconográficos.
Los lienzos que conforman la exhibición Paisajes galácticos pudieran dividirse en dos conjuntos, concordantes desde el punto de vista estilístico, pero disconformes en lo concerniente al reflejo de sentimientos y emociones. Los primeros trascienden como una suerte de testimonio alegre, optimista y esperanzador —pigmentos de vivos colores primarios—, de una etapa de vida en la que quedaron atrás las preocupaciones, los enojos y la turbación individual que dejaron profundas huellas en el adolescente artista, tal y como puede inferirse en sus trabajos donde los matices más sobrios y serios llevan la carga del mensaje expresivo.
En correspondencia, sus creaciones de hace alrededor cinco años, en las que se observaban determinados desconciertos en el ritmo de los discursos y en los trazos, así como en el uso de los chorreados, estas nuevas composiciones de Ernesto logran un mejor entretejido entre las manchas y las pinceladas fuertes y ligeras, con siluetas generalmente perdidas o difuminadas, así como en el dominio de las transparencias, para caracterizar sus proyectos por su frescura y por el ejercicio, casi exacto, en la selección de los matices, en correspondencia con sus diferentes atributos psíquicos y expresivos.
“Trasmito, a partir de la emoción y el movimiento, una especie de caos maravilloso que a pesar de todo ese torbellino de emociones y ese desorden, termina generando una propuesta equilibrada, en la cual inserto elementos de mi mundo físico integrados a la obra para darle referencia al tema de la memoria”, agrega Ernesto en sus palabras.
[row] [column size=»1/2″ center=»no» class=»»] [/column] [column size=»1/2″ center=»no» class=»»] [/column] [/row]Y ciertamente, desde Paisajes globales, este creador logra establecerse y, sobre todo, intentar definirse dentro del complicado estilo que es el abstraccionismo. Según el pintor ruso Vasili Vasílievich Kandinski, (Moscú, Rusia, 1866- Neuilly-sur-Seine, Francia,1944), precursor del arte abstracto en pintura y teórico del arte, “es más fácil dibujar con gran maestría una rosa o pintar un espléndido retrato, que hacer un cuadro abstracto medianamente aceptable (…) Es por eso que, de todas las artes, la pintura abstracta es la más difícil”.
[row] [column size=»1/2″ center=»no» class=»»] [/column] [column size=»1/2″ center=»no» class=»»] [/column] [/row]Ernesto eligió este tipo de arte en el que la identidad, la individualidad, la historia y el interés personal, desempeñan un importantísimo papel en el empeño de crear mundos nuevos, diferentes, desconocidos, que buscan conectarse con el público para establecer con él disímiles diálogos en torno al entendimiento de una de las formas más libres y hermosas del arte, la cual posibilita que nos conectemos más directamente con nuestras profundidades espirituales.