Donde hubo escombros, silencio y equipos inutilizados por muchos años —a unos seis kilómetros de la capital provincial de Artemisa— funciona la UEB Centro de Producción de Materiales de la Construcción El jardín; un colectivo de 41 trabajadores, más del 50 por ciento joven, capaces de transformar piedras y arcilla, en los casi 20 genéricos necesarios para construir una vivienda.
“Al inicio solo hacíamos bloques, pero a dos años del primer día, tenemos un par de naves grandes, instalamos máquinas, que aunque proceden manualmente, nos permiten aumentar en capacidades la producción».
“Poseemos nuevos moldes, un horno, inclusive ofertamos la novedad de persianas de hormigón, con resistencia probada, y en nuestra voluntad están otros muchos proyectos que incluyen alfarería con barro o arcilla, al tener una cantera a solo 500 metros de distancia, de donde sí hacemos ya ladrillos con una demanda creciente”, asegura Obi Fonseca Pileta, director de la UEB.
Es curioso ver cómo aprovechan cada escombro de obras en derrumbe y otros para volver a fabricar bloques y demás elementos de hormigón, a través de “el alma de El jardín”, como le dice Fonseca, a ese artefacto de hierro capaz de devolver piedras —hechas polvo— para dar vida a muchas viviendas con nuevos elementos.
“En el otrora Tejar, como lo conocen aquí, estamos inmersos en el montaje de un laboratorio con equipos importados para medir la calidad de la materia prima y la producción terminada. Este proceder se realiza una vez al mes en Pinar del Río, y cuando ya vendimos muchas de las producciones, casi como una autopsia”, amplía Fonseca.
El centro es una fuente de empleo para muchos desvinculados de la zona, nos dice Beatriz Cornelio Suárez, secretaria del Sindicato, quien refiere que “ganamos más o menos unos 600 pesos al mes como promedio, y debe subir si elevamos las producciones y somos eficientes, dice, quien es además una de las pocas mujeres visibles entre tantos hombres.
“Poco a poco se ayuda a algún compañero con recursos producidos acá para mejorar su vivienda”, expresa casi entre dientes; mientras, sí explica deudas que afectan a los trabajadores, como no tener siempre medios de protección (guantes, nazobucos, cascos), ni algunos instrumentos de trabajo, entre ellos, las tan necesarias palas y carretillas.
Sin embargo, nada puede detenerlos, pues cargan en sus manos ásperas, la responsabilidad de cubrir con el 80 por ciento de sus producciones para las personas subsidiadas por el Estado y del plan de construcción de viviendas por esfuerzo propio, en tanto, el otro 20 por ciento, no deja de ser también importante: va a obras sociales de la localidad, asegura Beatriz.
Esa sensación de ser útil, la percibí en mi propia piel al ver cargar de El Jardín unos 500 bloques de 10 X 40 y otros 150 de cerramento, a los familiares de Dinora Chávez, una artemiseña de 82 años, con un subsidio, quien solo por este bondadoso programa, comienza a darle forma a su casita.
Paredes, techos, losas y rodapié de baldosa, meseta con y sin hueco, inclusive con fregaderos fundidos, marcos de puertas, plaquetas, viguetas y otros, de hormigón todos, forman parte de la cotidianidad, de quienes este enero rompieron record en su quehacer, con 9 344 bloques de los 6 479 previstos, además de 7 000 ladrillos, y otros numeritos que califican las ganas de hacer en la producción local de materiales de la construcción.
Gran post, lo compartiré con compañeros de trabajo!