Francia y en especial su capital, París, fueron estremecidas y lo son aún por las huelgas de trabajadores de diferentes sectores de la economía gala, renuentes a aceptar la imposición gubernamental de una reforma al sistema de jubilación.
Resulta lógica la reacción popular pues no solo sufrirán los trabajadores sino la economía familiar. Analistas consideran que una solución a corto plazo no es visible, por lo que la economía del país seguirá siendo afectada.
Suman seis semanas de huelgas que han trastrocado la vida cotidiana de los franceses, dada la ausencia del transporte y otros servicios debido a la paralización nacional de actividades claves.
Algunas medidas para evitar el caos como lograr la puesta en marca de trenes de gran velocidad que unen a las provincias y de varias rutas del Metro alivian la situación, aunque están todavía muy lejos de la normalidad.
El 7 de enero se llevó a cabo un encuentro entre representantes obreros y gubernamentales, pero por sus resultados, fueron calificados por la prensa como diálogo de sordos.
Era de esperar, mucho más cuando el discurso de fin de año del presidente Emmanuel Macrón no brindó la más mínima esperanza de cambio al afirmar que la reforma seguirá su curso a pesar de las huelgas.
Las huelgas continuarán
Las organizaciones lideradas por la Confederación General del Trabajo (CGT), que integran la Intersindical, el movimiento más radical en el rechazo a la iniciativa, llamaron a una jornada de manifestaciones para el 11 de enero.
Como antecedente inmediato, más de un millón de franceses salieron a las calles el 5, el 10 y el 17 de diciembre para exigir la eliminación del proyecto.
La medida consiste en un sistema universal por puntos, que sustituya los 42 regímenes especiales de pensiones vigentes, y una edad de equilibrio de 64 años, a la cual habría que llegar para evitar descuentos, aunque sin cambiar la oficial de jubilación (62).
El colectivo SOS Jubilación, conformado por 16 profesiones beneficiadas por regímenes autónomos (enfermeros, abogados, terapistas y contadores entre otras) se sumó a la huelga, al igual que algunos sectores de Air France.
Para el 9 y el 11 de enero fueron convocadas nuevas marchas por la Intersindical, como preludio al 22 de enero, fecha en la que será presentado en el Consejo de Ministros el polémico proyecto de ley sobre la reforma de la jubilación.
Controladores aéreos, asistentes de vuelo, bailarines de la Ópera, camioneros, policías y soldados ya lograron la promesa del ejecutivo de mantener una edad de jubilación específica, e incluso para los pilotos también el mantenimiento de su fondo complementario de pensiones.
El nuevo secretario de Estado para las Pensiones, Laurent Pietraszewski, aseguró sin embargo que ‘se mantendrá la promesa de un plan universal’, considerando que las concesiones otorgadas hasta el momento son casos ‘extremadamente limitados’.
Finalmente y preocupado por el alto costo económico de las huelgas el primer ministro Edouard Philippe parece dispuesto a transigir incluso con la edad de jubilación, 64 años, tal y como exigen algunos sindicatos.
El tiempo pasa y no llega la solución a una crisis que afecta sensiblemente la economía del país y a la imagen de Macron y su equipo de gobierno.
Y aunque no es la primera vez que la clase trabajadora se rebela en Francia si lo es por el tiempo de duración de las protestas y porque ya no son solo amarillos los chalecos que visten quienes salen a las calles de París y muchas otras ciudades, sino de todos los colores y posiciones políticas.