Por: Rolando Ávalos Díaz
Inagotables han sido los homenajes, desde todas las manifestaciones artísticas, a la Ciudad Maravilla en sus 500 años. A ello se sumó Aurelia Ediciones, fundada en 1996, representada a través del Ministerio de Cultura, al preparar para la ocasión la salida de un nuevo título: La Habana nuestra de cada día, compuesto por dos autores: el narrador y periodista Leonardo Padura, y el fotógrafo Carlos Torres Cairo.
El 15 de noviembre fue presentado el volumen en la Biblioteca Nacional José Martí, y horas más tarde, como una forma coherente de finalizar esta obra a cuatro manos (o a dos manos y dos ojos), se inauguraron al unísono, en el mismo sitio, la sede de Cairostudio, y Renuencia, la muestra expositiva de las 16 imágenes que comparten páginas (en esta cuidadísima edición a cargo de Claudia Acevedo) con emblemáticas crónicas, reportajes, artículos y pequeños ensayos, sobre La Habana, del creador de Mario Conde.
Pero Renuencia contiene otras tantas lecturas y virtudes visuales, porque, según ha apuntado el arquitecto José Antonio Choy, “es muy inusual”, y está “formada por instalaciones, fotografías y sedimentos de la memoria personal del artista”. De hecho, el universo creado con los destellos y huellas del lente de Cairo, reacomoda interpretaciones premeditadas y devuelve preguntas, que a veces duelen, a la mirada del espectador.
La exhibición revela estados de espera, puras abstracciones, fachadas incoloras, desoladores olvidos, majestuosas ruinas que parecen captadas de soslayo, escenarios sin nombre o los llamados “no-lugares”, tendidos eléctricos que, con resignación y óxido, sostienen la tensión de la energía; contrastes y azules, sombras y pies, pescadores frente al mar en una ciudad rodeada de mar (en fin, el mar); bosques tupidos (jardines descuidados), umbrales de hogares donde se huele la palabra orfandad o se ensucia la palabra soledad; calzadas y barrios periféricos en blanco y negro; orillas y niños en sepia; instantáneas todas donde la simplicidad adquiere protagonismo y el vientre de la cámara recoge la fugacidad del tiempo muerto.
Quizás este sea uno de los mayores hallazgos de Carlos Torres Cairo: su arte para capturar rincones, fragmentos de paisajes, objetos esquinados, casi fuera de foco; gestos, esencias; como el que capta, en una serie de disparos fotográficos, esquirlas y voces del alma nacional, del alma capital o, a secas, como una redundancia, el alma del alma habanera, una ciudad en actitud de esclusa, de puerto, que padece, mientras la descascaran los malos y los buenos tiempos, el permanente trasiego humano.
Cairo ha heredado de los grandes maestros del lente, la poética puntería para congelar cada secuencia, cada misterio o momento decisivo, cada intento de sondeo en las intimidades, ya de por sí expuestas, de escenas de vidas comunes, cotidianas.
He aquí una Habana al desnudo, llena de imprevistos lunares, estrías, sin maquillajes de remozamientos, dramáticamente ajena a su propio drama, nada turística, sino más bien documental.
Llama la atención la esperanza a la que invita una de sus instalaciones: un cúmulo de carretillas ascienden un muro camino al cielo. Podría simbolizar una sutil diferencia etimológica: nunca se debe confundir renuencia con renuncia, siempre hay caminos menos llanos, propuestas contra la inmovilidad espiritual que impulsan a otras dimensiones, o incluso renuencias, sí, pero a la propia desidia o escualidez que obsequian estas imágenes; una especie de autosugestión contra las anécdotas, conflictos y sueños que el artista decidió no incluir en los puntos cardinales de una foto.
Renuencia se encuentra a disposición del público hasta el 10 de enero del 2020, en el estudio-taller Cairostudio, situado en la calle 24, # 257, entre 17 y 19, Vedado.