Desorientados, sin saber qué protocolo seguir pero convencidos de que Teresita Fernández era motivo más que suficiente para desafiar el calor de domingo y el transporte público –empeorado por la celebración del Marabana- decenas de personas se llegaron hasta la Plaza de San Francisco de Asís para compartir canciones y risas en homenaje a la maestra cantora.
– Estoy muy contento de haber venido a esta actividad convocada por la FEU, por los estudiantes- dijo para romper el hielo Fidel Díaz Castro, director de la revista cultural El Caimán Barbudo, con lo que provocó un montón de risas y comentarios.
– No, no la covocó la FEU- le dijeron.
-¿Y quién lo convocó?- preguntó.
– La gente- le respondieron-, la gente.
La gente, inconcebiblemente, la gente se unió sin convocatorias de factores, y regaló una tanda de rondas a Teresita con la única recompensa de sentirse un poco niño otra vez.
Siguiendo un anuncio lanzado desde las redes sociales, y a pesar de no contar con ningún otro mecanismo de difusión que no fuera Internet y el boca a boca, la gente convenció a otros amigos de ir, imprimió las letras de las canciones, llevó guitarras, cantó Lo feo y Pitusa y Eusebio, se dio de la mano y danzó una y otra vez.
Una mañana mágica y extraña, cargada de la poesía entrañable de las cosas sencillas, tal y cómo le gustaban a Teresita Fernández. Una mañana de juglares improvisados, de rondas concéntricas, de infancia feliz, de amor compartido, como una flor, y nada más.