Del telar al Moncada

Del telar al Moncada

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Para Pedro Gutiérrez Santos hablar de los sucesos del Moncada lo remite irremisiblemente a la figura de Julio Trigo López, el querido compañero de la infancia, de las filas de la ortodoxia y de las inquietudes revolucionarias que los condujeron a integrar el Movimiento organizado por Fidel para enfrentar a la tiranía batistiana.

 

Pedro Gutiérrez Santos, durante la entrevista que concediera a Trabajadores. Foto: César A. Rodríguez

 

“Lo conocí desde niño, así como a su hermano Pedro y a sus padres, Servando y Panchita. Era muy noble, de carácter alegre, pero no parrandero.

“Padecía una enfermedad por la cual estuvo hospitalizado en el sanatorio La Esperanza, instalación que hoy lleva su nombre, donde se relacionó mucho con los enfermos, tanto que una vez de alta se dedicó a buscar medicamentos para ellos».

Juntos partieron de 25 y O, en el Vedado, el 24 de julio de 1953, en un auto conducido por Oscar Quintela Bonilla, en el cual viajaron también Julio Fernández Alfonso, René Bedia Morales y José Luis López Díaz. Desconocían hacia dónde y con qué objetivo, e incluso quienes viajaban hacia su propio destino. Al atardecer del siguiente día arribaron a Santiago de Cuba.

“Parece que el viaje estropeó mucho a Julio y en horas de la noche se le presentó una hemoptisis, a causa de la cual no pudo continuar con el grupo. Al día siguiente acudió al hospital civil para atenderse y al encontrar allí a sus compañeros de ideales se les sumó y participó en el combate. Fue detenido y asesinado”.

Dirigente sindical

De procedencia humilde, Pedro Gutiérrez Santos pudo alcanzar el segundo año de bachillerato en una escuela para curas, mediante una beca resuelta por una parienta muy religiosa. Debido a una discusión con un sacerdote fue expulsado del centro.

El 29 de agosto de 1944, a los 16 años de edad, empezó a trabajar en Tejidos Capitalinos, de la Compañía Lanera de Cuba, sin conocimiento alguno acerca de las luchas sindicales, pero afirma que los planteamientos de los compañeros llamaron tanto su atención que se sumó a las huelgas y otras actividades.

Dos años más tarde integró la dirección del Sindicato de Obreros de Telares de Calabazar, primero; y del Sindicato de la Aguja del municipio de Santiago de las Vegas, después.

“Siempre tuvimos el apoyo de los obreros de la fábrica, en la cual los mujalistas solo pudieron imponerse alrededor de 1955 o 1956”.

Incorporación al Movimiento lidereado por Fidel

“En las filas ortodoxas conocí a Fidel, en 1948 o 1949, en una ocasión en que nos ofreció una charla. Se interesó mucho por la zona porque allí se encontraba la finca El Rocío, la cual el presidente Carlos Prío Socarrás obtuvo mediante el desalojo de los campesinos. Haciéndose pasar por extranjero, Fidel, en compañía de Pedro Trigo, visitó varias veces los alrededores de la propiedad para fotografiar a los soldados mientras trabajaban, hecho que denunciaba en un programa radial. Lo mismo hizo con las fincas La Chata, en Capdevila, y Las Alturas, en Pinar del Río.

“Al producirse el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 se reunió con la juventud ortodoxa de nuestro territorio, y nos preguntó que si no pensábamos que Batista debía ser sacado de la misma forma en que ocupó el poder, es decir, por la fuerza de las armas.

“Estuvimos de acuerdo y comenzamos a participar en todos los quehaceres del Movimiento, que culminó con los acontecimientos del 26 de julio de 1953”.

Pedro Gutiérrez Santos integró el grupo que, con Fidel al frente, atacó la posta No.3 del Moncada. Tras la acción logró trasladarse a La Habana, adonde llegó el 27. Dos días más tarde fue detenido y puesto en libertad por falta de pruebas. Su quehacer revolucionario no se detuvo: trabajó en la reorganización del Movimiento y formó parte de la retaguardia que, desde Cuba, garantizó los preparativos para la realización de la expedición del Granma.

Para él lo más importante es que la juventud conozca las motivaciones que los condujeron a protagonizar aquel asalto, el cual fue posible por la conciencia de sus participantes con respecto a la situación que se vivía, “en la miseria, en condiciones que se cuentan y cuesta creer.

“Esa historia debe divulgarse con más amplitud para que los más jóvenes comprendan mejor la dimensión de aquella entrega y la importancia de defender la libertad por la cual muchos valiosos cubanos vertieron su sudor y su sangre”.

Fuente: Entrevista realizada por la autora en el 2005.

Acerca del autor

Graduada de Licenciatura en Periodismo, en 1972.
Trabajó en el Centro de Estudios de Historia Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), en el desaparecido periódico Bastión, y como editora en la Casa Editorial Verde Olivo, ambos también de las FAR. Actualmente se desempeña como reportera en el periódico Trabajadores.
Ha publicado varios libros en calidad de autora y otros como coautora.
Especializada en temas de la historia de Cuba y del movimiento sindical cubano.

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