Lima.- En la municipalidad de San Borja de esta inmensa ciudad, las mujeres tienen la última palabra, al menos en la calle. ¡Sí como lo lee! .En las esquinas de las avenidas, atestadas de automóviles que semejan disparos dada la velocidad con que transitan, las chicas con vistosos uniformes de color verde y gris, y chalecos de un amarillo fosforescente, asumen las funciones de control vial y de sanción de infracciones al reglamento de tránsito.
La idea vio la luz en el 2013 cuando el director general de la Policía decidió ponerle fin al elevado número de sobornos que recibían los agentes masculinos. Primero se eligieron a 98 valientes chicas que asumieron la empresa con energía, capacidad y buenos modales. El reemplazo resultó tan eficiente, que hoy más de 18 mil imparten justicia vial en todo el territorio peruano.
A pesar de la excelente decisión no todo ha sido felicidad. En lo que va de año 11 agentes han sido víctimas de agresiones por parte de individuos, que además de irrespetar las leyes, no acaban de interiorizar la significación de la mujer en todas las esferas de la vida social.
En Lima se necesita de mucha sangre fría, al menos por estas fechas de bajas temperaturas, para cruzar las avenidas. A la velocidad de los autos, se suman motos y buses (guaguas), que con bastante regularidad, y en buen cubano, apelan a la cañona para llegar a sus destinos.
Ahí entran en acción las policías de tránsito con su paciencia y dominio de tan engorrosa y útil misión. Cientos de anécdotas tienen en sus alforjas mentales esas guardianas del orden. Sin embargo, la más luminosa es bandera habitual y no dudan en hacérsela saber con una sonrisa diáfana al visitante inquieto, quien inmerso en la dinámica laboral de unos juegos deportivos múltiples en ocasiones olvida que los códigos viales tienen que respetarse. ¡Adelante caballero, puede usted pasar!