Sobre las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, en materia migratoria, versa este comentario que compartimos, publicado por el periodista Jorge Legañoa en el Sistema Informativo de la Televisión Cubana y replicado en las redes sociales
Por Jorge Legañoa Alonso
El giro anticubano del gobierno del presidente Donald Trump hace dos años, con aquel discurso desde Miami rodeado de una minoría que quiere asfixiar al pueblo cubano, ha torpedeado no solo las relaciones bilaterales, sino que ha llevado a que EE. UU. incumpla con los compromisos contraídos con Cuba en materia migratoria.
Lograr una migración regular, segura y ordenada es la apuesta de Cuba. Así lo ha reiterado el Gobierno de nuestro país en innumerables ocasiones. Incluso, ese es el espíritu del último acuerdo migratorio entre Cuba y EE. UU. en enero del 2017 y conocido como Declaración Conjunta; el último paso de la administración Obama antes de dejar la presidencia a Trump.
En aquel momento se eliminó la política de pies secos, pies mojados, y el programa Parole para los médicos cubanos que cumplían misiones internacionalistas en el mundo, lo que contribuyó significativamente a esa filosofía de migración ordenada y segura.
Datos del Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza estadounidense y consultados por este comentarista, corroboran la efectividad de la Declaración Conjunta y la eliminación de pies secos, pies mojados y el programa Parole para los médicos.
De unos 17 mil y 28 mil migrantes irregulares cubanos en los años 2014 y 2015, con un pico de 41 mil 523 en el 2016, la cantidad descendió a solo 7 mil 79 en el 2018.
Por otro lado la Guardia Costera de EE. UU. confirmó recientemente que solo 308 cubanos habían intentado ingresar ilegalmente por la vía marítima desde el 1.o de octubre del 2018 hasta la fecha, cifra muy similar a la del 2017, y baja si tomamos en cuenta los casi 2 mil llamados balseros, reportados el año anterior a los acuerdos migratorios que eliminaron pies secos, pies mojados.
Sin embargo, se mantiene en pie la Ley de Ajuste Cubano, un verdadero obstáculo para la normalización de las relaciones migratorias, que sigue motivando a algunos a aventurarse en una migración irregular por Centroamérica o el mar en busca del prometido “sueño americano”.
También debemos tener en cuenta el desespero de quienes se arriesgan por el incumplimiento de EE. UU. de su compromiso de otorgar al menos 20 mil documentos legales anualmente para migrantes definitivos cubanos bajo diferentes programas.
El primer golpe a los acuerdos del 2017 fue el 29 de septiembre de ese propio año, cuando bajo la absurda excusa de supuestos “ataques acústicos”, EE. UU. decidió reducir a más de la mitad el personal diplomático de su embajada en La Habana, la suspensión por tiempo indefinido de la tramitación de visas, y el traslado de esos servicios a otras naciones, con la consabida afectación a los vínculos entre decenas de miles de familias a uno y otro lado del estrecho de la Florida.
El Departamento de Estado informa en su web que en el año fiscal que comenzó el 1.o de octubre del 2017 y concluyó en septiembre del 2018, solo se otorgaron alrededor de 4 mil visas o documentos de viaje de los 20 mil comprometidos para migrantes definitivos, quienes tuvieron que hacer sus trámites ―incluidos mujeres, niños y ancianos― primero en Colombia y luego en Guyana, con cuantiosos gastos en trámites, pasajes y con riesgos para su integridad física, al ser objeto en algunos casos, del asedio de mafias que se dedican a la trata de personas.
Situación igual de compleja confirmó recientemente una vocera del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de EE. UU., quien apuntó que el número de visados a cubanos para visitas de turismo a EE. UU. cayó de 16 mil 335 en el año fiscal 2017 a 6 mil 959 en el 2018.
La situación en el año fiscal 2019, a escasos cuatro meses de que concluya, como ya sabemos, es la misma, incluso ese Gobierno cerró en diciembre pasado la oficina de Servicio de Ciudadanía e Inmigración en La Habana.
Voces en Estados Unidos y en Cuba han denunciado la politización de la Casa Blanca sobre el tema migratorio, siempre en detrimento de las familias.
Hace un año la nación norteña anunció una nueva política restrictiva para otorgar visas a los cubanos y eliminó la que daban por cinco años con entradas múltiples. Ahora los que quieren visitar a sus familiares en EE. UU. solo pueden optar por una visa de hasta tres meses, con una sola entrada, y deben viajar a un tercer país para solicitarla.
Curiosamente son dos ahora mismo los anticubanos que le reclaman al Gobierno de Trump sobre el tema migratorio: Marco Rubio y Mario Díaz-Balart, ambos electos por Florida, quienes han recibido cartas, protestas en sus oficinas, y presiones por no haber hecho nada sobre los programas de reunificación familiar y las miles de familias que quedaron en un limbo migratorio, separados por las políticas del presidente Trump; pero estos dos solo están pensando en las elecciones de noviembre del 2020.
Así las cosas, desde el primero de los acuerdos, en diciembre de 1984, hasta hoy, ambos países han asumido obligaciones que Cuba ha honrado sistemáticamente, incluso en circunstancias difíciles de las relaciones bilaterales. Habrá que ver hasta dónde está dispuesto EE. UU. a incumplir con un acuerdo tan delicado para la seguridad regional, como el migratorio.