Redacción Internacional y Penélope América Mijares Alfonso, estudiante de Periodismo.
Westminster aún no ratifica el Acuerdo de Retirada negociado por la primera ministra Teresa May y la Unión Europea, por eso, ante una posible ampliación de plazos, todos los escenarios vuelven a estar encima de la mesa, comentan analistas.
Tras 18 meses de arduas negociaciones —en las que Theresa May tuvo que afrontar diferentes desafíos a su liderazgo— la primera ministra británica y los 27 países miembros de la Unión Europea cerraron un pacto que han denominado Acuerdo de Retirada. En 599 páginas establecieron los términos de la salida del Reino Unido de la UE, una vez ratificado, es legalmente vinculante.
El documento aborda la factura de 39 mil millones de libras que debe pagar Londres por el divorcio, los derechos de los ciudadanos (tanto los comunitarios que viven en el Reino Unido como los británicos que están repartidos por el bloque) y el llamado backstop irlandés, es decir, “un plan de emergencia para evitar una frontera problemática entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte si las futuras negociaciones comerciales se estancan”, tal como lo define un medio de prensa europeo.
El acuerdo viene acompañado de una Declaración Política, no vinculante, para plantear cómo serán las futuras relaciones respecto al comercio y la seguridad.
Ambos documentos deben ser aprobados antes del 29 de marzo por las dos cámaras del parlamento británico. Hasta el momento no hay consenso y para el venidero 12 de marzo está convocada una consulta a los legisladores.
Cuando May presentó por primera vez su propuesta de acuerdo, en enero, 432 diputados votaron en contra (incluidos 118 tories rebeldes), y apenas obtuvo 202 votos a favor. Eso abrió un período de titubeo hasta que ambas partes, los pro y los que están en contra del acuerdo actual, decidieron retomar los contactos hace algunas semanas en busca de pequeñas modificaciones que permitan avanzar.
No obstante, la Unión Europea se niega a reabrir el acuerdo, y Londres pide modificaciones, sobre todo en lo referido al backstop irlandés.
¿Qué es el backstop?
El backstop es el principal desafío del Acuerdo de Retirada, pues aborda la solución que debería tener la sensible frontera entre Irlanda del Norte, parte del Reino Unido, y la República de Irlanda, Estado independiente, miembro de la UE.
Lo pactado hasta ahora es que si Londres y la UE no han llegado a un convenio comercial para diciembre de 2020 —cuando finaliza el período de transición previsto si hubiera un brexit consensuado—, todo el Reino Unido se quedaría, temporalmente, dentro de la unión aduanera e Irlanda del Norte estaría además alineado con el mercado único, sólo para bienes.
Esta propuesta fue interpretada por algunos parlamentarios británicos como una artimaña para mantener a Londres sometida a las normas comunitarias, e impedir que el Reino Unido desarrollara, después del Brexit, su propia política comercial, proyectada hacia acuerdos bilaterales con los países de su interés, EE.UU. entre ellos. Además, inquietó a quienes temen que fomente el separatismo latente en Irlanda del Norte.
Bruselas, por su parte, no acepta ninguna ir en contra de la naturaleza del backstop: ser un plan de emergencia que se mantenga en pie, incluso si un futuro Gobierno británico decide romper su compromiso respecto a la frontera con el Ulster.
Los negociadores europeos echan en cara a los británicos que la idea de mantener al Reino Unido dentro de una unión aduanera, que ahora parece ser el principal problema, vino de Londres, ya que el plan original solo afectaba a Irlanda del Norte.
Por el otro, desconfían profundamente del Ejecutivo británico y temen que si le otorgan poder a Downing Street para acabar unilateralmente con el backstop, o se le permite establecer una fecha final, el Reino Unido lo utilizará, junto a la amenaza de la aparición de una frontera difícil en Irlanda del Norte, para obligar a la U.E. a cerrar un acuerdo comercial que viole la integridad del mercado.
¿Qué perspectivas se abren tras el rechazo al acuerdo?
Los expertos han definido cuatro escenarios posibles. May podría reelaborar un acuerdo que tenga más posibilidades de ser aprobado por el Parlamento en los próximos días y volver a enviarlo a votación. También podría retrasar la salida de Gran Bretaña de la U.E. para realizar nuevas negociaciones.
Otra alternativa es que convoque a una elección general, o incluso, a un segundo referéndum sobre el brexit, denominado «voto popular».
No obstante, la primera ministra ha declarado que no buscará ninguna de estas posibilidades, y no está claro si podrá ser obligada a hacerlo.
May también ha dicho que está determinada a cumplir con el calendario oficial para sacar al Reino Unido del bloque el 29 de marzo, y se ha comprometido a volver a defender el Acuerdo negociado con la U.E. ante en la Cámara Baja, a más tardar el 12 de marzo.
Adelantándose a una presumible derrota, la primera ministra anunció que de faltar consenso a favor del documento, los diputados podrán votar el 13 de marzo, sobre si quieren una retirada del bloque sin acuerdo. Si tampoco se ponen de acuerdo, pues el 14 de marzo lo votado será si solicitan una prórroga del brexit, opción solo disponible si los 27 países miembros de la UE la apoyan por unanimidad.
Más allá de lo que finalmente se imponga, observadores consideran que la extensión del plazo será necesaria pues Westminster necesita legalizar el brexit y “transformar” el actual marco comunitario en normativa británica.
En Bruselas existe la convicción de que si llega una petición de prórroga, tendrán que aceptarla. Nadie quiere ser culpable de un brexit sin acuerdo, pero antes de dar luz verde a ese tiempo extra, esperarán que Londres presente un plan de cómo pretende solucionar el “impasse” en el que se encuentra atrapado el acuerdo, dicen expertos.
En correspondencia con esto, la Comisión Europea y las capitales favorecen un acuerdo entre Conservadores y Laboristas británicos, o al menos parte de ellos, que garanticen una “mayoría estable” no solo para aprobar el texto, sino para completar todo el proceso legislativo posterior. En cualquier caso existen dudas sobre qué tipo de extensión aceptar.
El alargamiento del plazo negociador podría ser corto, el llamada “técnico”, que se otorgaría si el texto estuviera aprobado por el Parlamento pero con detalles pendientes. Esta opción no tendría opositores. Tampoco si esa prórroga solo llegara hasta las elecciones europeas. Otra propuesta es que el proceso se alargue hasta junio, esa sí incomoda a algunas capitales, señalan fuentes diplomáticas.
La opción de convocar un nuevo referendo fue de las primeras en el tiempo y siempre ha sido polémica, aunque en las últimas semanas ha cobrado fuerza luego que el líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, la apoyara tras haber fracasado su intento de forzar elecciones anticipadas. Ahora mismo tampoco hay mayoría en la Cámara de los Comunes para respaldar esta opción.
Todo podría cambiar si el Acuerdo de Retirada vuelve a ser rechazado en las votaciones que se inician el venidero 12 de marzo en las Cámaras. En caso de ganar la ampliación de los plazos, los analistas ven más probable nuevos comicios que un segundo referéndum, tanto por las divisiones que crea en las filas laboristas y conservadores, como por el tiempo que requeriría su preparación y elaboración, un mínimo de seis meses, según observadores locales.
Si finalmente el Reino Unido opta por dejar la U.E. sin pacto —en marzo o tras la hipotética ampliación—, el Gobierno británico, capitaneado por May o por otra persona, intentaría negociar una demora de al menos un año en la salida con el propósito de prepararse para unas relaciones reguladas bajo los términos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), algo altamente inusual entre las economías avanzadas y que dañaría muchas industrias en territorio británico.
Esta salida ha sido calificada de catastrófica pues obligaría a establecer controles en una frontera de 499 kilómetros; dañaría la economía británica; aumentaría la probabilidad de un referéndum de autodeterminación en Escocia; y podría poner en peligro la estabilidad en Irlanda del Norte: “Abocaría a la división de una isla que desde hace 20 años disfruta de la libre circulación en todo su territorio”, pronosticó un colega conocedor del sentir británico.
A menos de dos semanas de que venza uno de los plazos fijados para avanzar en el brexit, la diferencia de posturas y la fuerza de los representantes de cada una de ellas solo siembra la incertidumbre sobre un proceso que ciertamente cambiará el futuro de Europa.
Día D para el Brexit en el Parlamento británico
Tengo dos preguntas. ¿Qué es el punto de vista de Cubanos sobre el asunto de Brexit? Y si hubierais votado en el reférendum,¿qué habriáis votado por? – Sí o no?
Hola. Habría votado por permanecer en la UE porque un país podría tener más poder y fuerza contra la dictadura mundial de los estados unidos en una unión económica.