Como es tradicional, miles de estudiantes de la isla realizaron actividades en homenaje a los jóvenes asesinados, entre ellas una peregrinación desde la emblemática escalinata de la Universidad de La Habana hasta el monumento que los recuerda.
Hace 148 años el odio fusiló a la inocencia de 8 jóvenes, alegres y talentosos estudiantes de medicina. Hoy nuestros universitarios y médicos marchan para no olvidar. Ante la tumba inolvidable se canta el himno de la vida #SomosCuba #SomosContinuidad
— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) 27 de noviembre de 2018
También se efectuó un tuitazo convocado por el Portal Web de la Cooperación Médica Cubana para ratificar el respaldo de los educandos de la mayor de las Antillas a la Revolución, en un contexto marcado por el regreso a Cuba de los galenos que colaboran con el programa Más Médicos de Brasil, ante los cuestionamientos y amenazas del presidente electo de ese país, Jair Bolsonaro.
La cita en la red social Twitter se compartió empleando las etiquetas #MásQueMédicos, #MaisMédicos y #TenemosMemoria.
A 147 años del crimen
El 24 de noviembre de 1871, alumnos del primer curso de Medicina esperaban en el Anfiteatro Anatómico la llegada de su profesor Pablo Valencia, quien debía impartir una clase, pero al enterarse que demoraría, varios de ellos se dispusieron a asistir a las prácticas de disección del doctor Domingo Fernández Cubas.
Según apuntes históricos, algunos entraron en el cementerio, ubicado cerca de la escuela, y recorrieron sus patios, pues la entrada no estaba prohibida para nadie.
Otros, al salir del anfiteatro, vieron el vehículo donde habían conducido cadáveres destinados a la sala de disección, montaron en él y pasearon por la plaza que se encontraba delante del cementerio.
Un estudiante de 16 años llamado Alonso Álvarez de la Campa, tomó una flor que estaba delante de las oficinas del cementerio, y el vigilante -nombrado Vicente Cobas-, mortificado con los jóvenes hizo una falsa acusación ante el gobernador político Dionisio López Roberts.
Cobas los acusó de rayar el cristal que cubría el nicho donde reposaban los restos del periodista español Gonzalo Castañón, director de La Voz de Cuba, vocero del cuerpo de voluntarios, que había sido ultimado por un patriota cubano en Cayo Hueso.
Los estudiantes fueron apresados y procesados en un juicio sumarísimo, el fallo no fue aceptado, se realizó un segundo, y se determinó que tanto el joven que había arrancado la flor y los cuatro que jugaron con el vehículo se debían condenar a la pena máxima.
Otros tres fueron escogidos al azar para llevar a cabo el escarmiento.
Los ocho estudiantes condenados a morir fueron conducidos con las manos esposadas y un crucifijo entre ellas hasta la explanada de la Punta, donde se llevaría a cabo la ejecución.
De espaldas y de rodillas, los inocentes fueron fusilados pasadas las cuatro de la tarde por un pelotón comandado por el capitán de voluntarios Ramón López de Ayala.
Los cadáveres fueron trasladados a San Antonio Chiquito, actualmente área del Cementerio de Colón, y no se les permitió a los familiares el reclamo de sus cuerpos para darles sepultura.
En el sitio fueron arrojados los cuerpos sin vida en una fosa de dos metros de largo por uno y medio de ancho y dos y medio de profundidad.
Al morir, Alonso Álvarez de la Campa y Gamba contaba con 16 años de edad, Anacleto Bermúdez y González de Piñera (20), José de Marcos y Medina (20) Ángel Laborde (17), Juan Pascual Rodríguez (21), Carlos Augusto de la Torre y Madrigal (20), Eladio González y Toledo (20) y Carlos Verdugo y Martínez (17).
España quiso dar un escarmiento ante el desarrollo insurreccional en la isla caribeña, para desatar el terror y demostrar así hasta donde estaba dispuesta a llegar la corona, pero el proceso y el crimen de los estudiantes fortalecieron el sentimiento independentista de los cubanos.
(Tomado de PL)
Fotos: Dunia Álvarez Palacios/ Granma