El campo. El olor a tierra recién arada. La tranquilidad de servir. Esa es la vida que le gusta a Vladimir Pérez Álvarez. Pero sus padres no lo entendieron. El debía ser maestro u otra cosa, “en la familia no cabía un veterinario más”.
Él les hizo caso, pero no era feliz. Por eso cuando su tío le propuso irse para Los Hoyos, unas tierras en medio del monte que transformaban imagen y se convertían en un desarrollado polo productivo cerca de Jimaguayú, municipio de Camagüey, no lo pensó dos veces.
Ahí el trabajo que le esperaba era guiar bueyes. Muchos pensaron que sus recién cumplidos 28 años le temerían al campo. Mas no se asustó. “Desde chiquito siempre vivía metido entre animales, e incluso trabajé con bueyes, por eso en cuanto me preguntaron respondí que si. Esto es lo que más me gusta; aquí soy feliz”.
Hoy se le ve arando las hectáreas del polo productivo. Le acompañan sus “dos nuevos y mejores alumnos” Oriental y Guerrero. “Ellos son nuevos en este trabajo. Pero para que te hagan caso hay que tenerle mucha paciencia, hablarle, ponerlos todos los días con el arado. Y tener cuidado que se alteran fácil.
“Pero con el ejemplo y la constancia ellos aprenden. Claro además hay que cuidarlos muchos, darle comida y cuando se enferman llevarlo rápido con el veterinario. No les puede pasar nada, ellos trabajan duro. Fíjate que una yunta de buey hace más o menos lo que cinco hombres. Yo los tengo que cuidar”.
Hoy Vladimir ya lleva más de 5 meses arando tierra y le encanta. Dice que le gusta saber que mucha gente podrá comer parte de sus producciones. Sigue siendo útil, brindando un servicio útil, algo que tanta falta hace.