Aniversario 70 del Ballet Nacional de Cuba: María Elena Llorente quería seguir bailando

Aniversario 70 del Ballet Nacional de Cuba: María Elena Llorente quería seguir bailando

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María Elena Llorente conoce los salones del Ballet Nacional de Cuba, de hecho, todos los rincones de esa vieja casona del Vedado habanero, como si fueran su propio hogar. Es que la compañía ha sido su casa, de sol a sol, durante más de cinco décadas.

Ballet
fotos: Cortesía del Ballet Nacional de Cuba

“Yo comencé en 1962. No había cumplido todavía 16 años. Y he estado todo el tiempo aquí, donde lo he aprendido todo. Y gracias a eso he podido trasmitir mi experiencia a las nuevas generaciones”.

Se puede decir que es una profesional de amplísimo espectro, pues se ha desempeñado como bailarina, maestra, ensayadora, coreógrafa… “Pero yo me he sentido mejor bailando. Siempre bailando.

A enseñar también comencé muy joven. Después me encargué de impartir mis conocimientos de lo que había bailado. Pero lo que más me gustaba era el escenario, subirme sobre las puntas, saltar, girar, interpretar… Un día tuve que dejar de bailar. Por ley física, no porque quería. Yo quería seguir bailando siempre. Ahora me encargo de montar coreografías de disímiles estilos, desde el ballet clásico hasta el ballet más moderno”. A los teatros todavía asisten amantes del ballet que la vieron en numerosos roles. Y que la aplaudieron por la maestría y la seguridad con que los asumía.

“Hay algunos ballets que han marcado mi carrera por la forma en que los trabajé. La Fille Mal Gardée, que casi fue lo primero que hice. Fue un rol que, según el público y la crítica, dominaba muy bien. Lo hice a mi manera, lo hice mío. Aunque vi mucho a Alicia bailarlo. Vi a otras bailarinas.

“¿Qué puedo decirte? ¡Giselle! Es un mito que te marca. Es el ballet que casi todas las bailarinas ansían hacer. Y más la Giselle de esta compañía, que es una versión que tiene mucha lógica, que está muy bien trabajada. Aquí se trabaja mucho el estilo. No es bailar como quiera. Tiene un estilo específico, y hay que dominarlo: la diferencia entre los dos actos, la parte dramática, después la parte más etérea…

“Fueron trabajos muy interesantes. Podría hablar también de El río y el bosque. De ese ballet recuerdo la forma en que se trabajó. Fuimos al Conjunto Folclórico. Hicimos la grabación para la música con María Remolá…

“Pero la verdad es que a mí me gustaba todo: Lo moderno me gustaba mucho, trabajar con coreógrafos. Eran trabajos muy ricos porque te permitían hacer aportes, y uno era testigo de cómo iba naciendo la obra… Todo eso es lo que te va enriqueciendo, lo que te va haciendo grata esta carrera”.

Mirando hacia atrás, María Elena Llorente cree que ha dejado su grano de arena. “Esta compañía ha tenido muy buenos bailarines. He sido primera bailarina aquí, así que supongo que haya aportado una forma de bailar, que tiene que ver bastante con mi prototipo. Éramos varias primeras bailarinas y cada una tenía su manera de decir las cosas, aunque la coreografía fuera la misma. Pero siempre hay diferencias en la personalidad. Quizás ese haya sido mi aporte. Aunque hace años me desempeño como maître y ese también ha sido una contribución: la formación de los bailarines.

“No es una cuestión fácil, va más allá de enseñar un paso; tiene que ver con la cultura, con el dominio del estilo, y con la manera de comportarse… Yo solo sé que hay que estudiar mucho, que nunca se puede dejar de estudiar”.

Algunos recuerdan su cercanía con Marta García, una bailarina con la que compartió cuantiosos momentos de su carrera. “Marta y yo formábamos parte de la misma generación. Éramos compañeras de trabajo, pero éramos primero que todo amigas. Fueron muchos años. Recuerdo que cada vez que íbamos a los concursos internacionales nos ayudábamos mucho. Cada vez que una bailaba, la otra estaba en la pata, pendiente de todo, con la toalla en la mano. Fue una relación muy bonita. Salíamos juntas a pasear, hacíamos comidas para las dos familias, una semana en mi casa, la otra en la de ella… Logramos una relación que no siempre en una carrera artística se alcanza: sin celos, sin competencias, sin dobleces…”.

Ahora que el Ballet Nacional de Cuba cumplirá 70 años, María Elena Llorente cree que uno de sus más grandes privilegios ha sido estar tanto tiempo junto a Alicia Alonso.

“Después de entrar a la compañía, además de la admiración y el respeto como bailarina, como directora, yo la sentí siempre como una amiga, como una madre. Siempre fue una mujer abierta, siempre dispuesta cada vez que alguna de nosotras le pedía algún consejo, alguna orientación, tanto en el plano artístico como en el personal. Estar a su lado ha sido la mayor dicha”.

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